divendres, de gener 25, 2008

CAMINO DEL DESGUACE

El fin de semana pasado me grabé un nuevo cd de música para escuchar en el coche. No lo uso más que una vez o dos por semana, casi siempre en fin de semana, pero los transportados empezaban a reclamar un poco más de variedad que no fuera Nena, el Doolittle de los Pixies o un curso de checo de Pimsleur. Así, meses después de haber concebido la idea, confeccioné una nueva selección: siete LPs de los Beach Boys anteriores a 1967 y cincuenta canciones de ChuckBerry, amén de un recopilatorio de Kraftwerk y el Surfer Rosa.

Mientras le daba al nero, volví a pensar en el acto mismo de escuchar música en el coche. De escuchar fragmentos sonoros del pasado (en ocasiones, voces de muertos) mientras conduzco un vehículo impulsado con combustibles fósiles. Es un estilo de vida con los años contados. Cuando llevo a mi abuela en coche, no hay vez que no pronuncie una frase parecida: «Hay que ver la de coches que hay. Las dos hileras llenas». Ella nació en un mundo sin coches, y yo espero morir en un mundo sin coches.

Este año se cumplirá el centenario del Modelo T de Ford. Porque, aunque nos parezca increíble, los coches no siempre han estado ahí. Y llegará el día en que desaparezcan, por el bien de la humanidad. El transporte individual motorizado es el pasado, no el futuro. Claro que todo depende de qué clase de futuro desee uno.

Si la humanidad sobrevive a la década siguiente, el escuchar música en el coche será una actividad considerada primitiva y obscena por los habitantes de la segunda mitad de este siglo. Eso es lo que pienso cuando conduzco. Igual que mis abuelos nacieron en un planeta que no reconocen hoy, si por una de aquellas llegara a superar los noventa años, cosa que dudo pues los solteros de nacimiento vivimos menos, yo tampoco sabré en 2070 dónde habrán ido a parar todos los coches.

Walter Lippmann escribe una frase en la primera página del primer capítulo de La opinión pública que sigue vigente, sobre todo en épocas de grandes cambios: «En la vida de cada hombre hubo un instante en que aún estaba adaptado a un entorno que ya había dejado de existir».

El siglo XXI, que espera alcanzar al XXII, no necesita de las costumbres del XX.

Mientras termina el cambio de siglo, cantemos:



Wouldn't it be nice, de Brian Wilson, me acompañará de vez en cuando al volante a partir de ahora.