dimarts, de març 28, 2006

VAMOS A VER QUÉ SALE DE AQUÍ (4). CONDUCIR

10 de marzo de 2006, 10:00h. Una moneda ha querido que me toque salir en coche desde Darmstadt para iniciar el camino hacia Berlín. A Berlín. En coche. Conduciendo yo. Yo, que no me atrevo a conducir de Gandia a Valencia, y sigo sin estar del todo confiado en hacerlo, salgo de Darmstadt en coche para llegar a Berlín nevando pasadas las cuatro de la tarde. Por suerte para el vehículo y los tres pasajeros, hay otro tripulante, Dani, que conduce el tramo central a la ida, para encargarse a la vuelta de pilotar la salida de Berlín y la llegada a Darmstadt.

Lo cierto es que con mediana y con cuatro carriles para cada sentido se conduce estupendamente. Y alcanzar la velocidad de 140-150 km/h no es tan disparate cuando el resto de vehículos de la vía circula a esta misma velocidad, y el coche y la carretera son buenos, como era el caso. A mí no me gusta conducir. Me explico. Soy incapaz de manejar el coche y al mismo tiempo atender a las señales, y cualquier acción que no se encuentre en las palancas del volante, como bajar los cristales o encender las luces (la radio y el aire acondicionado ni los considero, claro está, porque su utilización por parte del conductor supone de por sí una imprudencia equiparable a fumar o hablar por móvil), no existen. Soy un inútil, ¿qué pasa? Mi querido Polo rojo, que debe tener como 16 años ya, tiene las luces en las palanquitas, para que uno encienda cómodamente la luz de posición, la corta o la larga; y no en una ruedita con símbolos raros a la izquierda del volante, como en el Golf. ¿Qué se han creído estos de Volkswagen? ¿Que soy zurdo? ¿Que tengo ojos en las yemas de mis dedos (de la mano izquierda, para más señas)? Sí, soy un monstruo con partes de mi cuerpo que no me sirven para nada y con conexiones sinápticas no válidas o imposibles, pero eso no les autoriza a suponer el resto de mi anatomía.

Era la primera vez, desde las prácticas de la autoescuela, hace más de dos años y medio, que me ponía al volante de un coche con dirección asistida, contador de revoluciones y embrague hipersensible. Yo estoy acostumbrado a mi volante-para-machotes, con el que el coche no se desvía demasiado si los brazos se despistan un poco, pero con el Golf, mi forma de conducir, digamos que asusta. Pero no hay que darle tantas vueltas: llegamos, vimos y volvimos, que es lo que cuenta.

No habríamos llegado, claro, si el copiloto Pablo no hubiera estado atento, digamos al 90%, a las indicaciones de la página de la Guía Michelin, que nos trazó el trayecto. La entrada a la ciudad y la llegada al albergue fueron diferentes.

dilluns, de març 27, 2006

VAMOS A VER QUÉ SALE DE AQUÍ (3). ¿CURSO 2006-07?

(Nota: entre el anterior post y éste, servidor se ha mudado a Karlshof y ha interrumpido el ritmo de un post al día que había planeado para la serie sobre los viajes a Berlín y Köln. Prosiguen aquí las impresiones del viajero).

14 de marzo de 2006, 20:30h. Me ha alegrado mucho ver a Álex, pues no veo a nadie de clase desde enero (y a ella sólo la vi una vez en navidades el curso pasado, cuando bajó de Köln, una vez en septiembre y un par más en diciembre), y hasta Pascua no vendrá Pau. Tras eso, ya veremos qué depara el verano. O septiembre. Cuando regrese a Gandia el curso que viene, quedarán muy pocos de mis amigos y compañeros de carrera en la universidad. Será empezar de nuevo, otra vez. Conozco a gente de cuarto ya, pero esto sería una nueva experiencia de integración. En cierta manera prefiero que el año que viene sea también diferente, pues creo que no soportaría que todo siguiera igual. Mi vida ha estado estancada demasiado tiempo. Pero tampoco quiero dejar de ver a la gente. Algo se me ocurrirá.

El ICE llega 10 minutos tarde a Wiesbaden, donde todo se torció, pierdo el enlace con el RB a Darmstadt y me quedo atrapado una hora en la estación. El propósito de quejarme al Reisezentrum desaparece al ver la hora de cierre, 19:30h. Por suerte soy tonto y me entretengo con poco. Me quedo embobado contemplando los detalles de la maqueta ferroviaria que, dentro de una vitrina, espera que alguien la haga funcionar con un euro. Mirar es gratis.

Llego a Darmstadt pasadas las 23:20h y vuelvo a Dieburg en el bus que sale una hora después desde Luisenplatz. Si estuviera viviendo ya en Darmstadt, ya habría llegado a casa, y ahora odio más que nunca vivir en Dieburg. En Dieburg, en el camino desde la parada del bus a la Wohnheim, sí hace frío. Ni Berlín ni hostias.


dijous, de març 23, 2006

VAMOS A VER QUÉ SALE DE AQUÍ (2). KÖLN

14 de marzo de 2006, 9:30h. La Dom de Köln se erige fantasmal a la salida de la HBF. La envuelve una neblina que trastoca tiempo y lugar. Está ahí, pero no debería. Lo mismo nos sucede a Álex y a mí. Ella llegó ayer para una reunión / fiesta de los estudiantes que conoció el curso pasado en la KISD, y mañana coge un autobús hacia el aeropuerto de Frankfurt Hahn. Hoy aquí, ayer allí, mañana allá. Debe haber dormido lo mismo que yo y aquí está, para guiarme y compartir el día.

Nunca sale el Sol en Köln, me dice, pero hoy lo ha hecho, e ilumina las calles como hizo hace tres años justos con Londres, cuando visité la ciudad de Chesterton huyendo de las fallas. Que le encuentre a Köln una retirada con Londres no es una ilusión fruto de mis manías: Álex me confirma que Köln es la menos alemana de las ciudades alemanas, y su buena comunicación con la vecina Bonn convierte el entramado en una señora metrópolis.

El metro cuadrado que ocupábamos los dos allá donde íbamos, ya fuera desayunando, de tiendas, en el U-Bahn o comiendo con Jennie y Alan, una pareja de escoceses que también han vuelto para el reencuentro, era territorio de la EPSG. Álex ha servido de transmisora de noticias frescas traídas directamente de Gandia. Mi clase está liada con el proyecto (no les ponen las cosas fáciles, me dice, pues les rechazan muchas propuestas) y sobre todo con el abismo post-carrera. Esto es algo de lo que preocuparse, sin duda. Yo debería volver en septiembre con un par de asignaturas aprobadas y el proyecto pensado (con alternativas). Será ya mi último año y todavía no soy consciente del todo, pero el abismo está ya ahí, esperando. Eso si este país no me mata antes.

Álex desea que en el valle que sigue al abismo post-carrera se alce de nuevo una larga temporada en Köln, y su cerebro, en el poco tiempo libre que le queda, piensa en cómo conseguirlo. Como muchos erasmus (no todos), quiere volver. Es también mi intención ahora mismo, contagiado del presente, una vez acabe la carrera intentar vivir en Alemania. “Para eso necesitas mejorar tu alemán pero que mucho, amigo”. Tampoco debe ser justo al año siguiente, oye.

Ésta es la primera vez que Víctor, que regresó hace unas semanas a Brasil, no le espera, y Köln pierde parte de su sentido, al tiempo que le despierta recuerdos en cada esquina, o abandonando su mirada fuera del vagón del S-Bahn. Deseo que pueda vivir con Víctor algún día pronto, en Köln o en otra ciudad.

Cada año está más claro: al nacer fui maldito. Estoy destinado a conocer a mujeres estupendas enamoradas de otros, ya sean sus novios o no, pero ni una sola interesada en mí.

dimecres, de març 22, 2006

VAMOS A VER QUÉ SALE DE AQUÍ (1)

(Nota: este blog ha permanecido inactivo durante más de dos semanas debido a una concatenación de circunstancias incompatibles con el blog mismo –pero qué frase más tonta, dios. La caducidad del antivirus y los problemas de instalación de otros nuevos, el viaje de cuatro días a Berlín, la escapada de un día a Köln, la realización inacabable de unas piezas de animación de siluetas de cartulina para ilustrar la peste en Bingen en 1666, la desaparición de las ganas de hablar con nadie, y el viaje a Suecia de Phuong (eso me ha dicho la india del segundo), el vietnamita que me proporciona la señal de Internet y que ha estado unos días sin reactivar mi señal hasta hace un par de horas).

14 de marzo de 2006, 20:15h. Salgo de Köln. Me he despedido de Álex y acabo de cruzar el Rhein, rumbo a Wiesbaden, donde cambiaré a un RB que me dejará en Darmstadt HBF a las 22:20h. Viajo con un billete comprado hace 48 horas en la estación Friedrichstraße de Berlín (o en Hackescher Markt), donde todavía estaba a las 10 de la mañana de ayer. Y mañana a las 11 debo estar en casa de la familia Khosravi en Frankfurt am Main. Tres días, tres capitales de Alemania, que decía una que yo me sé. Entremedias, no sé cuándo tendré tiempo para pasar y colgar este post, o para ver Faces y otra vez Shadows, ambas de Cassavetes, y escribir sendos comentarios de 700 palabras para el cuaderno del cineclub de la EPSG que reparten Rubén y Pau cada lunes noche entre los –escasísimos o nulos– asistentes a las proyecciones de los ciclos de películas que preparamos con amor, aunque a veces éste sea el único amor en nuestras vidas.

Aparte: se me acaba de ocurrir que viajando en ICE la mesa sobre la que me apoyo puede partirme por la mitad en un accidente. Valoro la posibilidad de sentarme enfrente, pues dispongo de los cuatro asientos para mí, pero prefiero no tener ninguna esperanza. Tampoco la tengo en otras situaciones.

Ni sé tampoco cuándo empezaré a escribir un texto de 1400 palabras sobre la ciencia ficción, el siguiente ciclo, o el de 700 sobre The Day the Earth Stood Still, de Robert Wise. El no-sé-cuándo se opone a las fechas de entrega, que son anteriores al fin de semana para el primero de Cassavetes y durante las dos siguientes para los otros textos.

Mientras no encuentro momentos, logro disfrutar, a pesar de todo, de cuatro días y tres noches en compañía de Bea, Dani, Pablo y Rodrigo en Berlín; de la fugaz reaparición anoche de Irene, recién regresada, a la espera de otro(s) instante(s); y de un día entero con Álex en Köln.

Guapísima ella, no se ha dejado fotografiar argumentando que nunca sale bien. Lo que no deja de ser del todo incierto, porque una foto de Álex no es Álex, y verla y hablar con ella, que me cuente cosas de ella y de nuestra gente en Gandia, bien vale dormir sólo 4 horas tras volver de Berlín y levantarse a las 5:30h para poder pillar el bus que me lleve a Darmstadt; y de ahí, el RB que me deje en Frankfurt; y de ahí, el ICE para Köln, la ciudad que tanto ama y que me ha enseñado durante once horas.

dissabte, de març 04, 2006

¿Y AHORA QUÉ HAGO YO CON ESTO?

Ayer conocí a Li Hao en la cocina. Li Hao es el chino que todavía estaba en China cuando ya sabía que iba a ocupar la habitación de Yan, mi vecino estos últimos meses. Yan se marchó hace dos noches y ya no volveré a sentirme gigante nunca más. Mi relación con Yan era escasa, para qué engañarnos: saludarse en el pasillo, saludarse en la cocina, cruzarse en el váter (del que una vez me salió el hombre con una mano sobre la tripa y lamentándose) y, a veces, preguntar qué cocina el otro. El hecho de que su inglés y mi alemán fueran, digamos, limitados, posibilitaba una convivencia desapasionada y sin roces, propia de habitantes del siglo XXI.

El cambio de la era Yan a la era Li Hao ha sido demasiado brusco para mí. Li Hao padece la misma conexión inalámbrica a Internet de Yan, que no sé de dónde les llega pero sólo la captan bien en la cocina. Si me sucediera eso a mí, una de dos:

a) o pasaría el día entero en la cocina,

b) o me dejaría de Internet por no poder soportar pasar el día entero en la cocina rodeado de gente y con la televisión encendida.

Por suerte, dependo de un vietnamita muy amable que vive debajo de mí y recibo buena señal, aunque pueda caerse durante algunas horas una vez por semana.

Cada vez que entro en la cocina y está Li Hao, levanta el brazo, agita la mano y me saluda. Lo ha hecho incluso a traición, por la espalda, como diciendo: “¡Eh! ¡Estoy aquí!”. No sé si lo voy a soportar, el mes que me queda.

Cuando hablé por primera vez con él ayer, me realizó un interrogatorio. Antes de seguir: soy el primer español que conoce en su vida. El pobre no sabe que ha topado con el español más asocial, soso, desagradecido, falto de formas, con el corazón agriado y de mente tan enferma que su falta de maldad no podría concebir siquiera que todas estas características pudieran reunirse en un ser que no tuviera la apariencia de un lobo o un dragón y habitara en un bosque oscuro en los lindes del reino.

Me preguntó cuántos idiomas hablo, qué países he visitado, cuánto llevo en Alemania, si tengo algún hobby; a mi respuesta, “leer y escribir”, inquirió: “¿Eso es un hobby? Creo que no me has entendido bien”. Hasta aquí hablaba como una ametralladora y no me dejaba preguntar, pero nada se salía de lo normal. Hasta que la actividad conjunta de su laringe y cavidad bucal resultó en la emisión de una frase que me hizo pensar: “Dios, dios... ¿está diciendo lo que creo que está diciendo?”. Efectivamente.

-“¿Has estado alguna vez en China?”.

-“No”.

-“Pues cuando me vuelva puedes venirte conmigo y vivir con mi familia”.

¿Qué? ¡Pero si me acabas de conocer! ¿Es que nunca nadie te ha hablado del honor de un español?

-“Muchas gracias pero... no sé”.

-“No hay nada que agradecer”.

Bueno, ya, pero... ¡A China por la cara! ¡Con su familia! Creo que no soportaría vivir en un lugar tan hospitalario. A no ser que... Mmm... Le preguntaré si tiene hermanas.

Poco después estaba cocinando (friendo bacon, para qué nos vamos a engañar) y va y se me acerca por la espalda con algo en las manos.

-“Estos son regalos para ti”.

¿Cómo? ¿Para mí? ¿Por qué? ¡Si no te conozco!

-“Estooo... muchas gracias”.

-“No hay nada que agradecer”.

Los regalos: un colgante de jade (¿y ahora cómo le digo yo que no me gusta llevar nada en el cuello? Nunca he llevado colgante, nunca he llevado corbata ¡y hace como diez años que ni siquiera llevo reloj!) y la silueta de un perrito recortada sobre papel rojo, lleno de detalles. ¿Y ahora qué hago yo con esto? ¿Y ahora cómo le miro yo a los ojos? ¿Tengo que ser amable con él? ¿Invitarle a mi casa? ¿Darle comida? ¿Regalarle algo? ¿Saludarle cada vez que entre en la cocina? ¡Noooooooo! Este chico no se da cuenta de lo que ha hecho. Seguro que ahora tengo que decirle algo cada vez. ¿Por qué a mí? ¿Por qué? ¿Por qué de todos los españoles del mundo tenía que ser yo el primero que conociera?

Y ahí están los regalos: el perrito en un estante y el colgante en el primer cajón. Y Li Hao en la habitación de al lado, acechando. Estoy convencido de que ha traído regalos para todos los primeros extranjeros incautos que conozca. ¿Pero cómo se puede tener una mente tan retorcida?

Por si no tuviera bastante, ¡por si no tuviera bastante!, en su segundo día, hoy, ¿pues no va y me viene con dos alemanas y una china y entran todos a su habitación? ¡Que acaba de llegar, por el amor de dios! ¡Que yo llevo más de seis meses aquí! Es que ya no se respeta ni el derecho de antigüedad. Y sí, será todo lo educado que queráis, pero no me las ha presentado.

divendres, de març 03, 2006

DE MUDANZA, O CÓMO LA BUROCRACIA DE LA FH ME ENSEÑÓ LO PUTEADOS QUE ESTAMOS EN DIEBURG Y EMPECÉ A DESEAR PONER UN COHETE EN MEDIO DE LA MENSA DE LA TU

Estoy hasta las pelotas de contárselo a todo el mundo, pero durante el último mes esta historia ha sido yo y yo –todavía- soy esta historia.

Pongámonos en antecedentes. Para quien no me haya visto nunca, es fácil reconocerme, pues un servidor tiene cara de tonto (a todo esto, la semana pasada cobré por fin lo de la peli, después de dos meses) y alma de personaje de slapstick. Lo que significa que no sé moverme en sociedad, todo se me cae de las manos, y que me ocurren, uno tras otro, hechos de lo más inverosímiles (prometo que lo del mercurio mezclado entre el azúcar de las golosinas es verdad; así como que se me cruzó una rata en el camino yendo a karate hace 13 años y que por eso llegué tarde, aunque todos se rieran de mí en el tatami. Lo de los monstruos bañándose en la bañera durante el apagón de la riuada del 87 dudo que fueran reales, ¡pero también los vi! ¡Y la carrera que pegué desde el baño hasta abrazar las piernas de mi madre también fue real!). Me sucede todo esto, digo, y ni siquiera me llevo a la chica en el último rollo.

Vivo desde septiembre en la Wohnheim de Dieburg, en el campus que en este mismo pueblo tiene la Fachhochschule Darmstadt (que desde este primero de mes ha pasado a llamarse Hochschule Darmstadt, vete a saber porqué), donde se encuentra, entre otras, la Fachbereich de Media, de la que dependen las titulaciones Media Production y Media System Design.

“¡Muy bien! ¡Qué chupiguay! ¡Vives al lado de clase! ¡No tienes que madrugar!”.

¡Eh! ¿Quién ha dicho eso? Tal vez en Gandia sea de puta madre vivir en la Universidad del Mal, enfrente de la cafetería, pero es que en Gandia HAY VIDA. No sé a qué cráneo previlegiado se le ocurriría convertir hace ahora seis años un centro de formación para los técnicos de la Deutsche Telekom que data de los años 70 en un campus de la FH, un lugar del que los alumnos huyen cuando acaban las clases cada día. Ahora ya llevamos un mes sin clases (la locura de las Semesterferien, o vacaciones entre semestres), y el campus está muerto, pero no creáis que hay mucho más movimiento los días lectivos.

Como aquí hay poco que hacer aparte de tocarse las pelotas (y por mucho que me guste, no aguanto todo un día), me traslado con frecuencia a Darmstadt, ciudad donde viven los amigos, que está comunicada con el mundo, y desde donde se gestan y parten todas las salidas que hacemos. Que no son muchas, la verdad, pero yo con estar con ellos ya estoy a gusto.

“¿Entonces de qué te quejas? Vives al lado de las clases, no tienes que madrugar, tienes alojamiento y compañía en Karlshof cuando quieres. ¡Si viajas más que nadie! Te quejas por vicio”.

Otra vez. No sé quién se está metiendo en este texto, pero no tiene ni zorra de lo que habla. Vivir en el campus tendría alguna ventaja, y remarco lo de tendría, si y sólo si, las asignaturas que diera me fueran a servir de algo. Y ni así. Es preferible vivir lejos pero vivir en la civilización a vivir al lado. Existe, además, un hecho comprobado, una relación entre los factores puntualidad y distancia al lugar de estudios, que indica que cuanto más cerca se vive, más tarde se llega. Me ha pasado. En la cama uno puede llegar a pensar que se encuentra tan cerca del aula que, si se concentrara un poco, podría llegar a atender la clase. Y claro, uno se concentra tanto que acaba por no levantarse. O aquello de: “Faltan 10 minutos, ya no llego. Ni siquiera vale la pena intentarlo. Me quedo en la cama y eso que gano. Total, no me voy a perder nada”. Es que es eso: no te pierdes nada si no asistes a estas clases. No sé cómo lo hacen pero es así. “Además, para lo que me va a servir. Si no me van a convalidar nada, ¿para qué?”.

Eso digo yo. Si no tiene ninguna ventaja vivir en Dieburg, ¿para qué seguir? La idea de mudarse había crecido en mi interior, y hace un mes justo fui a preguntar al Wohnraumverwaltung del Studentenwerkdarmstadt cómo estaba la cosa. “Oyes, que me quiero mudar”. Nadie lo oyó, aseguran, pero el alma se me cayó a los pies cuando Herr Lowery, el cabecilla de la oficina de alquiler, me dijo que yo, por mi cuenta, tenía que encontrar una habitación libre en Darmstadt, preguntando de puerta en puerta y, a la vez, colgar carteles para anunciar mi habitación de Dieburg y encontrar a alguien a quien traspasar mi contrato. Todo eso. A la vez. “Stupendo, mira. Ahora que estoy de vacaciones pues ya tengo algo que hacer. Que si no, ¿qué? ¿Tocarme las pelotas?”. Pues mira, no fue eso lo que pensé, y tocarse las pelotas no es mal plan, pero ya se encargan los del Studentenwerk de hacerlo por mí. Las mías, digo.

No empecé a colgar carteles enseguida porque existía la posibilidad de endosarle mi habitación a alguno de los erasmus que esté previsto lleguen este mes (sí, soy malo, ¿qué pasa?). Frau Bonin, de la oficina internacional de la FH, según fuentes fiables, había dicho que le iban a llegar 25 estudiantes de intercambio y que sólo disponía de 7 habitaciones para ellos, por lo que si yo me buscaba una habitación-no-erasmus y dejaba libre una habitación-erasmus, le estaba haciendo un favor. Bonin se quitó el muerto de encima nada más verme a la semana siguiente, y me dijo que de eso se encargaba Lowery.

Al día siguiente me hice con la lista de WGs que dejaban una habitación libre a partir del 1º de marzo, y de 27 que visité, me apunté en 15 listas. Los inquilinos de esas WG ya citarían a los solicitantes para entrevistarnos y ver si nos aceptaban como compañeros de piso o no. De esas 15, a algunos les bastaba con la entrevistilla del momento de escribir nuestros datos en la lista, pero poco a poco me fueron llamando hasta 4 para volver a la WG y hablar con ellos. Otras iban respondiendo negativamente: “Lo sentimos pero ya hemos encontrado a otro. Mucha suerte con la búsqueda”. Así unos cuantos.

Y mientras, colgando carteles por todo Karlshof, por la FH, por el campus de Dieburg, por la TU, por la Wohnheim, por la Mensa de la FH, en la parada de bus de Karlshof, en el Schloß, en las WGs de Nieder-Ramstädter-Straße (cerca del campus de Lichtwiese de la TU y de las pistas de deporte) y anunciándome en Internet. Todo para cuatro respuestas hasta el momento, ninguna de ellas positiva.

El jueves de la semana pasada, por fin, la última WG que visité “la tarde que Jordi demostró que cuando quiere aprovechar el tiempo, es capaz de hacerlo”, y la primera WG de la que recibí respuesta para que me hiciera casting, la WG donde viven aquellos con los que más me pareció conectar; esas tres WGs que son la misma, por si alguien se ha perdido, me envió un correo felicitándome porque yo era el agraciado con la habitación libre.

En serio que noté, mientras hablaba con ellos durante aquellos pocos minutos, todos de pie en la cocina / salón / salita / comedor, con el vaso de agua que me habían ofrecido en la mano, con Fabian, Pierre y Katharina, alemán, francés y alemana, respectivamente, presentándome, presentándose, presentándonos, todo en mi alemán chapucero pero útil en una conversación básica, siempre que no me quede en blanco y entonces no me salga ni una puñetera palabra en alemán, que también pasa (es una situación curiosa y frustrante); noté, digo, eso que llaman química. “Me puedo llevar muy bien con esta gente”, pensé.

No pasó lo mismo, y mira que lo intenté, con la WG que voy a llamar “WG de la francesa”. Si todas las veces que me han llamado para entrevistarme he sido el primero en llegar y he estado hablando yo solo con los del piso, con la WG de la francesa llegué un cuarto de hora tarde y ya habían tres competidores hablando con una francesa de intercambio y una china. Vestía mallas negras y jersey con mangas más largas que sus brazos, de forma que cubría parte de las manos, y estaba sentada con el pie derecho subido a la silla, la rodilla doblada en el pecho. El pelo, largo hasta cubrir las orejas, poco más. Encantadora. La estuve mirando a ver si la encandilaba y le transmitía el pensamiento de “dame la habitación, dame la habitación”, pero al final nada, se la dieron a uno de los dos chinos que habían llegado antes. Es normal, si no he encandilado a nadie en más de 25 años, no vamos a empezar a cambiar la historia ahora. Pero bueno, tal vez me asome de nuevo.

Hablaré de una última WG antes de pasar al tercer acto de la historia. En mi primera semana de entrevistas, el viernes 17, visité una con la cocina más sucia y con más vajilla acumulada que ríete tú del cajón que tenemos en Dieburg debajo del fregadero, que tendrá mierda de meses. Me habían citado a las 20h, y a esa hora sólo había uno del piso, que se disculpó por no saber dónde se encontraba el resto de sus compañeros. Como él solo no me podía entrevistar, volví al día siguiente a la misma hora. “Sólo por hacerme esto. Sólo por esto”, pensé, “ya deberían darme la habitación”. El sábado ya eran dos y estuve hablando como media hora con ellos (en inglés ya, que mi cerebro no da para más), muy a gusto pero sin llegar a conectar del todo. Dijeron, atención (aunque la verdad no suponía mucha sorpresa después de ver la cocina), que no tenían calendario de limpieza, como acostumbra a organizarse la gran mayoría de estudiantes que comparten piso en todo el mundo. NO había calendario de limpieza. El chico que estaba el viernes me habló de épocas de caos y orden, que se suceden la una a la otra en un eterno devenir en la WG, que a veces estaba limpia y otras, como ahora, se hallaba sumida en una era regida por el caos. Al chico a veces le daban espasmos raros en la cara.

La semana pasada me respondieron que ya tenían a alguien, y este miércoles me han vuelto a escribir diciendo que si todavía no tengo habitación, que puedo ir con ellos. A buenas horas. Algo raro pasa en esa WG.

Pues bien, una vez los de la WG me han aceptado, paso de nuevo por el Wohnraumverwaltung, pillo el Antrag auf Selbstbelegung, y se los llevo para que me lo firmen. Con este papel me aceptan libremente como nuevo compañero de piso, por lo que la habitación queda ya ocupada a ojos del mundo.

No basta con firmarlo, claro, hay que entregarlo. Paso importante. El último día válido para entregar el papel es el 25 del mes anterior al que se ocupa la habitación. Yo lo recojo el 24, viernes, y la chica que ha estado sustituyendo a Lowery durante sus dos semanas de vacaciones me dice que como el 25 es sábado, también se puede entregar el lunes. Fabian me asegura que otras veces lo han entregado apurando aún más el mes y que no ha pasado nada. También me promete que lo entregarán ellos.

Lunes por la mañana. Tras hora y cuarto de espera en el pasillo del Studentenwerk, dan las 12 y Lowery acaba su turno de atención al público. Por haber esperado, sin embargo, el hombre se estira un poco, todavía generoso en su primer día de trabajo tras las vacaciones, y nos da número para las 13h, después del descanso de la comida. Me toca el tercero. Le recuerdo quién soy y lo que quiero. “Oyes, que yo quería irme del pueblo y me dijiste que tenía que hacer esto y esto otro. Que tengo la mitad, he encontrado un piso. ¿Qué solución hay?”. “What should I do?”, responde unas cuantas veces.

Recuerdo las extrañas condiciones a las que estamos sometidos por vivir en Dieburg. Todo aquel que quiera mudarse antes de que queden 4 semanas para que finalice su contrato de alquiler, debe buscar y encontrar por sus propios medios un siguiente arrendatario a quien traspasarle el contrato. Los de Karlshof pueden pagar 50 euros y mudarse. Nosotros no. Tenemos que proporcionar el llamado Nachmieter. A eso se le llama putada, porque te condiciona a buscarlo en los meses de febrero y marzo, que es cuando vienen nuevos estudiantes que necesitan habitación. Pero claro, si unos vienen, otros se van y dejan habitaciones disponibles. Habitaciones que pillarán antes de venirse al pueblo, donde no quiere venir nadie.

Pues voy y le digo a Lowery que me han aceptado en una WG, ¿no?, y le digo cuál es y él rebusca entre los papelajos de su escritorio. Y va y me dice que no tiene por ningún lado el Antrag auf Selbstbelegung de mi WG que prueba que he encontrado habitación. Pues qué bien. Pues estupendo, oye. Pues va a ser que esta gente tan maja no ha pasado por aquí y se ha olvidado de mí. Porque -y esto es lo que me dice Lowery- si él no tiene el Antrag auf Selbstbelegung de los cojones, firmado por los de la WG y con mi nombre, demostrando que me han elegido para vivir con ellos, pues para el Studentenwerk sigue disponible y pueden meter en la habitación que me tocaba a quien les dé la gana. Pues qué bien. Pues estupendo, oye. Al hombre, aunque no lo parezca, se le ve voluntad de ayudar, y me dice de volver al día siguiente con el papel y entonces, tal vez, pueda hacer algo por mí.

Por la noche llamo dos veces a la WG y no me cogen el teléfono. Mando dos correos a la chica y no responde. La cosa mejoraba por momentos. A la mañana siguiente madrugo y pasadas las 9:30h me planto en la WG. Sólo está el chico que se va y me dejará la habitación. Me deja pasar. Veo el papel encima de la mesa, firmado por los otros dos chicos pero no por la chica, quien se ha ido unos días fuera, muy oportunamente. Es eso o nada. Debe bastar. Lo cojo y lo acabo de rellenar con mi nombre (tal que un cheque en blanco) y el número de la WG y de la habitación. Y me las piro al Studentenwerk, bajo la nieve.

Con el papel, Lowery me dice que la única solución es pagar el alquiler de marzo de esa habitación (además del que ya pago en Dieburg) para reservarla hasta que en abril alguien ocupe la mía, ya sea por haber encontrado yo a alguien, ya porque me coloque a alguien él. Para este mes no ha podido hacerlo porque ocurre lo contrario de lo que dijo Bonin: la FH recibe 15 estudiantes, todos colocados en Karlshof, y debido al éxodo que ha sufrido Dieburg tras la marcha de los irlandeses, le salen habitaciones por las orejas y no necesita la mía para nada. Abril, dice, es otro cantar; entonces, seguro. Le tomo la palabra, pero yo sigo buscando.

Así que el martes por la noche vuelvo a la WG para informarles de cómo está el percal, y de que puedo pagar la habitación pero no ir todavía a vivir con ellos, y que no tendré contrato ni llave de habitación hasta que no traspase el antiguo a alguien. Cuando la pago el miércoles, pregunto a Lowery y resuelvo un come-come que me estaba dando vueltas. Si mi habitación en Dieburg no es erasmus, si en Dieburg no hay habitaciones erasmus, si todo el mundo paga lo mismo, cosa que no sucede en Karlshof, donde los erasmus viven en habitaciones erasmus y pagan más que sus compañeros de WG, ¿tenemos nosotros erasmus en Dieburg derecho a un mes gratis por cada cinco, como sucede con los erasmus de Karlshof, que pagan más cada mes precisamente por estar pagando el sexto mes poco a poco y por adelantado? Nop.

Es lo que quería saber. El alquiler de la habitación en Karlshof no llega a los 180 euros, que sumándole la luz, el teléfono, Internet y lavadoras no llegará a los 210. Los erasmus pagan alrededor de 230 por aquello del sexto mes. En Dieburg venimos a pagar esto pero sin Internet ni mes. Porque Internet, esa es otra historia, si en Karlshof viene a través de hermosos conectores en la pared, los estudiantes de Dieburg se la han tenido que contratar por su cuenta. No nos viene de fábrica. Así cada mes nos sale por la bonita cifra de 240 euros. Total: no sólo pagamos más por nada, sino que estamos puteados y lejos de la civilización, y además ser erasmus no nos beneficia en absoluto. Desde luego somos los primeros de Comunicación que caen en el agujero de Dieburg, pero sin duda seremos los últimos.

El mes. Ese mes. La desigualdad en el trato es lo que más me jode. ¿Dónde van mis 30 euros que pago de más?

Como al final mis gastos habrán sido los mismos, me consuela pensar que a finales de mes ya no estaré viviendo aquí. Tampoco estaré viviendo, por cierto, en la WG de Captain Librarian, que resultó ser la primera en la que albergué esperanzas y de la que no he recibido ninguna respuesta. Lo que significa que si han colocado a alguien, lo han hecho a mis espaldas, a pesar de que me conocían. Y les voy a volver a ver. Me sé, por tanto, de alguien que va a recibir sobres de carbunco. Tranquila, Librarian, no son para ti, pero por si acaso deja que otro compruebe el buzón.

PD: parece que la voz esa se ha callado en cuanto ha visto toda la mierda de la vida en Dieburg.