Ayer conocí a Li Hao en la cocina. Li Hao es el chino que todavía estaba en China cuando ya sabía que iba a ocupar la habitación de Yan, mi vecino estos últimos meses. Yan se marchó hace dos noches y ya no volveré a sentirme gigante nunca más. Mi relación con Yan era escasa, para qué engañarnos: saludarse en el pasillo, saludarse en la cocina, cruzarse en el váter (del que una vez me salió el hombre con una mano sobre la tripa y lamentándose) y, a veces, preguntar qué cocina el otro. El hecho de que su inglés y mi alemán fueran, digamos, limitados, posibilitaba una convivencia desapasionada y sin roces, propia de habitantes del siglo XXI.
El cambio de la era Yan a la era Li Hao ha sido demasiado brusco para mí. Li Hao padece la misma conexión inalámbrica a Internet de Yan, que no sé de dónde les llega pero sólo la captan bien en la cocina. Si me sucediera eso a mí, una de dos:
a) o pasaría el día entero en la cocina,
b) o me dejaría de Internet por no poder soportar pasar el día entero en la cocina rodeado de gente y con la televisión encendida.
Por suerte, dependo de un vietnamita muy amable que vive debajo de mí y recibo buena señal, aunque pueda caerse durante algunas horas una vez por semana.
Cada vez que entro en la cocina y está Li Hao, levanta el brazo, agita la mano y me saluda. Lo ha hecho incluso a traición, por la espalda, como diciendo: “¡Eh! ¡Estoy aquí!”. No sé si lo voy a soportar, el mes que me queda.
Cuando hablé por primera vez con él ayer, me realizó un interrogatorio. Antes de seguir: soy el primer español que conoce en su vida. El pobre no sabe que ha topado con el español más asocial, soso, desagradecido, falto de formas, con el corazón agriado y de mente tan enferma que su falta de maldad no podría concebir siquiera que todas estas características pudieran reunirse en un ser que no tuviera la apariencia de un lobo o un dragón y habitara en un bosque oscuro en los lindes del reino.
Me preguntó cuántos idiomas hablo, qué países he visitado, cuánto llevo en Alemania, si tengo algún hobby; a mi respuesta, “leer y escribir”, inquirió: “¿Eso es un hobby? Creo que no me has entendido bien”. Hasta aquí hablaba como una ametralladora y no me dejaba preguntar, pero nada se salía de lo normal. Hasta que la actividad conjunta de su laringe y cavidad bucal resultó en la emisión de una frase que me hizo pensar: “Dios, dios... ¿está diciendo lo que creo que está diciendo?”. Efectivamente.
-“¿Has estado alguna vez en China?”.
-“No”.
-“Pues cuando me vuelva puedes venirte conmigo y vivir con mi familia”.
¿Qué? ¡Pero si me acabas de conocer! ¿Es que nunca nadie te ha hablado del honor de un español?
-“Muchas gracias pero... no sé”.
-“No hay nada que agradecer”.
Bueno, ya, pero... ¡A China por la cara! ¡Con su familia! Creo que no soportaría vivir en un lugar tan hospitalario. A no ser que... Mmm... Le preguntaré si tiene hermanas.
Poco después estaba cocinando (friendo bacon, para qué nos vamos a engañar) y va y se me acerca por la espalda con algo en las manos.
-“Estos son regalos para ti”.
¿Cómo? ¿Para mí? ¿Por qué? ¡Si no te conozco!
-“Estooo... muchas gracias”.
-“No hay nada que agradecer”.
Los regalos: un colgante de jade (¿y ahora cómo le digo yo que no me gusta llevar nada en el cuello? Nunca he llevado colgante, nunca he llevado corbata ¡y hace como diez años que ni siquiera llevo reloj!) y la silueta de un perrito recortada sobre papel rojo, lleno de detalles. ¿Y ahora qué hago yo con esto? ¿Y ahora cómo le miro yo a los ojos? ¿Tengo que ser amable con él? ¿Invitarle a mi casa? ¿Darle comida? ¿Regalarle algo? ¿Saludarle cada vez que entre en la cocina? ¡Noooooooo! Este chico no se da cuenta de lo que ha hecho. Seguro que ahora tengo que decirle algo cada vez. ¿Por qué a mí? ¿Por qué? ¿Por qué de todos los españoles del mundo tenía que ser yo el primero que conociera?
Y ahí están los regalos: el perrito en un estante y el colgante en el primer cajón. Y Li Hao en la habitación de al lado, acechando. Estoy convencido de que ha traído regalos para todos los primeros extranjeros incautos que conozca. ¿Pero cómo se puede tener una mente tan retorcida?
Por si no tuviera bastante, ¡por si no tuviera bastante!, en su segundo día, hoy, ¿pues no va y me viene con dos alemanas y una china y entran todos a su habitación? ¡Que acaba de llegar, por el amor de dios! ¡Que yo llevo más de seis meses aquí! Es que ya no se respeta ni el derecho de antigüedad. Y sí, será todo lo educado que queráis, pero no me las ha presentado.
3 comentaris:
jajajajaja
Vamos, que en realidad lo que te jode del chino es eso, lo de las alemanas...
cuidado con los chinos que pueden ser espias al servicio del gobierno para reclutar "cerebros" que puedan ser utiles a su expansion por el mundo. R.A.F.I.
posdata: con esa amabilidad desconfiaria hasta de su sombra (tambien puede ser para conseguir carne para los restaurantes chinos)
Llegue a leerte sin buscarte en absoluto, pero ya que caí acá, ya que leí, ya que me reí..te escribo porque leerte me dieron ganas de escribir y también poder hacer reir a alguien que nunca me buscó.
si esto es biográfico...suerte! y que mas decir... solo un mes de sociabilidad puede ser una aventura y con fecha límite de garantía...
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