dissabte, de juliol 26, 2008

SPECTRA, DÍA 3 (SÁBADO 19) - PROYECCIONES

Sí, lo sé, han pasado más de tres meses desde lo de Spectra, pero no veáis cómo ha crecido el proyecto desde entonces. Una semana de éstas estará acabado (de verdad). Me hubiera gustado rematar el Spectra durante el último mes, pero hasta he aparcado un par de libros para no retrasar lo principal. Aunque lectura nunca me falta: siempre hay Nationals, Imágenes y tebeos acumulados. A lo que iba: la conciencia me impide dejar incompleta esta serie de posts, sobre todo cuando falta tan poco para el final. Al tajo, que esto había que acabarlo algún día, y también me sirve para desconectar un poco.

0. La última tarde del Spectra me planté en el Octubre un buen rato antes de que empezaran los actos previstos. La jornada anterior había descubierto el trabajo de Joan Fontcuberta y me apetecía conocerlo de primera mano gracias a las exposiciones que había instaladas en el sótano del edificio: Deconstruint Osama (Deconstruyendo a Osama) y un montaje parcial de Sputnik. Pude confirmar mis sospechas: Fontcuberta es un cachondo.

0,5. Sin saberlo, estaba ya situado muy cerca del espacio donde iban a tener lugar tanto las proyecciones como las conferencias programadas para la tercera jornada: en el salón de actos del mismo sótano, mejor habilitado para las actividades e intervenciones audiovisuales que nos habían preparado. He de reconocer que tras la saturación de charlas de los dos primeros días, el tercero me resultó más relajado, y a ello contribuyeron tanto la oscuridad, el lugar cerrado y la pantalla como la mano invisible que decidió el orden de las intervenciones.

1. Hacia las 17h, tras una presentación de Mike Ibáñez, el documental Subliminàlia inauguró la tercera jornada de Spectra. Locutado en catalán por el propio Mike, y producido por Mess/Age, me pareció más bien una vídeo creación o un collage que un documental, pero no estamos aquí para discusiones de género. Durante una media hora, ofrece imágenes de anuncios de prensa y de televisión de los años ochenta y principios de los noventa, en los que se detiene para dirigir nuestra atención sobre ciertos detalles que seguro nos han pasado inadvertidos, una serie de imágenes ocultas dentro de otras imágenes que constituyen (o eso pretende transmitir el vídeo) ejemplos de publicidad subliminal.

1,5. ¿Era publicidad subliminal? Pues no lo sé. Sobre todo recuerdo las calaveras distorsionadas halladas en el reflejo del capó de un coche o entre las burbujas de una botella, que pueden ser calaveras de verdad (al menos lo parecen), pero quién sabe si fueron colocadas intencionadamente. La publicidad subliminal definitiva es aquella de la que ni el mismo diseñador es consciente.

2. Sin ninguna pausa, como había advertido Mike, dio comienzo la proyección de Los zombis de los zares rojos, un documental grabado de alguna Noche Temática de La2 al que le faltaba algún minuto del principio, tal vez segundos. Buscando, he averiguado que está dirigido por Jerzy Sladkowski mediante la productora de Varsovia Besta Film para las cadenas ZDF y Arte, que lo emitieron como último capítulo de la miniserie documental Geheimes Russland (Rusia secreta; 1996-1998). Su título original: Moskau-Die Zombies der roten Zaren.

2,5. Se puede descargar, pero también lo he encontrado en el youtube vía google video. En alemán, claro. Para conseguir volver a meterme en la piel de mí mismo aquel día de abril, me lo he vuelto a ver a ratos durante la última semana. Lo cierto que es que me estaba enterando de más cosas de las que pensaba, pero por suerte he topado también con una traducción al inglés que me ha ayudado a entenderlo del todo; a pesar de que flaquea (y omite) en algunas ocasiones, me parece que en general es bastante fiel.

3. Los zombis de los zares rojos es un documental sobre la influencia que las señales electrónicas ejercen sobre nuestro organismo. Lo que explican no tiene nada que ver con las torres de alta tensión o de telefonía, sino sobre cómo las señales de baja frecuencia, en ocasiones con mensajes codificados, pueden ser utilizadas para alterar la mente y curar enfermedades físicas o psicológicas o, incluso, manipular la voluntad de las personas a distancia. Según el vídeo, a este tipo de actuación se le llama en Rusia «tratamiento psicotrónico» (a la psicología mediante la electrónica).

3,5. Uno de los mayores expertos en este campo es el Dr. Igor Smirnoff, quien ha desarrollado el método de «psicocorrección» (psychokorrektur), capaz de sanar a pacientes mediante la estimulación del subconsciente. Para introducirnos el alcance internacional del Dr. Smirnoff, el narrador nos informa de que el FBI reclamó sus servicios en 1993 para que aplicara sus técnicas en el asedio de Waco (Texas). Smirnoff pretendía crear mensajes específicos para cada miembro conocido de la secta de los Davidianos que se hallara en la casa, codificarlos, convertirlos en ruido para que sólo fueran perceptibles inconscientemente y emitirlos mediante las señales de teléfono, radio o televisión. Así, dice, saldrían de uno en uno. El FBI no quiso esperar el tiempo que tardaría en prepararlo todo y llevó a cabo la masacre.

4. Tras Smirnoff, el narrador nos presenta a los zombis de Moscú que dan título al documental, un grupo formado por miles de ciudadanos que creen que están siendo constantemente vigilados por las autoridades y que afirman haber sido objeto de experimentos relacionados con el control mental.

4,5. Antes de conocer a algunos de estos zombis, ofrecen un diálogo muy interesante entre un entrevistador y una investigadora, extraído de un documental ruso que una televisión nacional se negó a emitir (parece que presionada por alguna opinión externa). La mujer describe, sin entrar en más detalles debido a la carencia de patente, un líquido que contiene cierto tipo de información y que inyectan en los pacientes. ¿Una locura? Han conseguido que los datos se desplacen por el éter, y la sangre misma es un fluido que contiene nuestra más exacta descripción: ¿por qué negarnos a la posibilidad de información inyectable o ingerible?

5. Acto seguido, la narración nos traslada hasta el apartamento de una mujer que nos relata los síntomas que padece debido al «tratamiento psicotrónico» al que es sometida día y noche. Yerina Koslova lleva al cuello un aparato para neutralizar las ondas psicotrónicas que bombardean el bloque en el que vive, y nos enseña también un gorro de confección casera para protegerse contra el dolor que le provocan las bajas frecuencias.

5,5. Antes de seguir, me gustaría apuntar una cosa. Lo fácil es tachar a esta mujer y al resto de zombis de Moscú como locos. Es reconocible como gag cómico la imagen de un conspiranoico que se fabrica un sombrero de aluminio para que las señales de radio no afecten a su cerebro. Aceptando que esta persona pueda haber desarrollado cierta paranoia, ¿a qué tipo de propaganda hemos sido sometidos para considerar loca a una persona que cree que las señales eléctricas (que existen) afectan a su organismo y aceptemos al mismo tiempo como presidente de gobierno de un país a otra persona que cree en un ser superior y eterno (o sea, una ficción)? ¿Por qué las religiones no entran en la categoría de enajenaciones o enfermedades mentales? ¿Por qué la fe no incapacita para los cargos públicos?

6. Para rebatir lo anterior, Yerina Koslova muestra a la cámara un certificado que prueba que ella está mentalmente sana. La acompaña Andre Slepucha, un ingeniero electrónico que afirma que el KGB experimentó con él mientras fue prisionero en los gulags de Stalin en los años 50. Este hombre esconde bajo la boina un alambre que le rodea el cráneo y, bajo mangas y perneras, un sensor en cada extremidad, todos ellos conectados a una petaca central colgada del pecho para protegerse del influjo de las señales. En una de las habitaciones de su piso, reconvertida en taller, Andre aprovecha transistores normales y otros deshechos de electrodomésticos para construir aparatos similares que sirvan para ayudar a otra gente. Cada rincón de su casa está cubierto de cables y filtros para protegerse de las bajas frecuencias propagadas a través de la radio, la electricidad y el teléfono.

6,5. Una película filmada por el Ministerio del Interior ruso sobre los generadores psicotrónicos describe sus efectos nocivos en cuatro etapas: primero uno se siente extraño (unwohl), después pierde la lógica, también la orientación espacial y, por último, la conciencia.

7. El documental finaliza en la clínica del Dr. Smirnoff, quien somete a un paciente a una operación sin cirugía para curarle de la adicción a las drogas. Mediante la psicocorrección antes expuesta, con una computadora y durante pocos minutos, el subconsciente del joven recibe las señales codificadas en forma de ruido que conseguirán «lavarle» el cerebro.

7,5. Debo reconocer que, llegada esta secuencia, cuando oí la palabra que repite el paciente porque significa algo importante para él, «mama», me salí de la narración y se me ocurrió si no sería tal vez un gag. Si no sería todo en realidad un falso documental, una ficción compuesta con el tradicional recurso del manuscrito encontrado, y que ese «mama» constituyera el último grito para despertar nuestra incredulidad. Lo del manuscrito es factible, por cuanto el documental rescata fragmentos de otra serie documental rusa que no se emitió, así como de filmes institucionales. Que sea todo cierto también es muy probable.

8. El Dr. Smirnoff explica en un momento que ha sido requerido por políticos de su país para «corregir» el voto de los ciudadanos. Siempre se ha negado, pero afirma que tal cosa es posible. Puede que sí, y puede que no, no lo sé, pero eso me lleva a formularme una pregunta más: ¿puede un trozo de carne y huesos, animado por impulsos eléctricos, REALMENTE pensar por sí mismo?