diumenge, d’octubre 28, 2007

DEATH PROOF Y ALREDEDORES

Abans que res, moltes gràcies Hans per passar-te'n i animar el cotarro.

Vamos allá. Releído lo escrito hasta ahora me pregunto: ¿de verdad tengo algo interesante que decir sobre Death Proof? Pues no lo sé, pero como hay que ir acabando con esto, sí podría aprovechar para matizar y añadir algunos aspectos.

Ambos coincidimos en que es entretenida. Eso, que a veces parece consustancial a las propias películas por formar éstas parte de la industria del entretenimiento, no es tan fácil de conseguir. No se da siempre ni con todo el mundo, por mucho que una película, una vez vista, parece que se haya construido siguiendo punto por punto las supuestas reglas que hay que cumplir para entretener a alguien. Además, el entretenimiento es una impresión subjetiva. Por ejemplo, a mí me entretuvo enormemente, me fascinaron durante sus más de dos horas de metraje, hasta el punto de no parpadear y sonreír como un idiota, las imágenes de El sol del membrillo. A mucha gente (obviamente, que no tiene ni puta idea) le parecerá una mierda de tostón, pero a mí no. Ni a ti, que lo sé de buena tinta. Por tanto, Death Proof entretiene, que no es poco. O nos entretuvo a ti y a mí, y nos basta con eso.

¿Pero por qué? ¿Por qué un film que entretuvo a ambos a mí me gusta y a ti no? Recurres al argumento de que Death Proof es un alegato (otro) a favor de la violencia, que se recrea en ella. Sin embargo, sin una violencia que es real, muchísimas piezas de arte que la representan no existirían. Sin guerras, asesinatos, delitos y crímenes en general, la historia del cine (por centrarme en una de las artes) sería muy otra, y hoy no podríamos disfrutar de películas como Paths of Glory, A Clockwork Orange o Barry Lyndon. ¿Es esto malo en sí mismo? En tanto que sólo habría paz, no, pero... ¡me encantan esas películas! El cine sería otra cosa no sólo en cuanto a temática. También el lenguaje sería diferente (y tú serías feliz). Las guerras, las persecuciones, las revueltas populares, las huelgas, con su mismo movimiento interno crearon la necesidad de descomponer esas acciones en planos comprensibles y útiles para que el espectador supiera qué estaba ocurriendo, quién perseguía o disparaba a quién y hacia dónde coño estaban mirando. Además, sin un cine violento Kubrick habría muerto siendo fotógrafo (aunque no en una guerra, claro). Por otra parte, sólo se representaría la belleza, a lo que no me opongo. ¿Hay algo más bello que Mary Elizabeth Winstead de amarillo y con minifalda? Se ha dicho muchas veces: la felicidad y la vida apacible no venden. Aunque estas palabras muy bien pueden haber sido pronunciadas por alguien interesado en vender violencia. Por supuesto, todo esto son suposiciones que me voy inventando sobre la marcha.

En relación a lo anterior, dices que una película debe responder a patrones éticos. También que es una opinión tuya muy personal. Tuya sigue siendo. A mí me gusta el cine por encima de la ética, y el mismo lenguaje del cine consigue que disfrute lo mismo con una película xenófoba como The Birth of a Nation y con el hito de la propaganda nazi Triumph des Willens. Que la moral no te impida apreciar una buena película (con seguridad todo esto que digo tendrá un límite que me hará vomitar, pero hasta ahora sólo siento tal cosa con los telediarios, en especial con el de Canal Nuez). Por supuesto, aunque no sea fácil, hay que procurar distinguir en lo posible realidad de ficción. Con todo esto quiero decir que la violencia en el cine, si es ficción y está bien narrada, me atrae. Si es real, como la de la televisión, me revuelve las tripas y la detesto. Es otra opinión.

Pero bueno, basta de disquisiciones. Pasemos a Death Proof. Ya he dejado claro que me ha gustado. ¿Pero por qué me ha gustado? ¿Qué me ha gustado?

De la primera parte me fascinó que la película se sostuviera casi sin trama, con una mínima anécdota. Todo gira alrededor de los planes para pasar el fin de semana en la cabaña de lago, conversaciones sobre tíos y la apuesta que tiene a Mariposa por trofeo. Y, tratándose de Tarantino, que se recreara tres cuartos de hora sin mostrar una escena violenta. Nuestras vidas son muy parecidas: planes sobre qué hacer el fin de semana, conversaciones sobre (la falta de) tías y apuestas que pueden tener una cerveza por trofeo (no, Mariposa no está con nosotros). Casi oigo decir a Quentin (como antes pensaron muchos): «¿quién me tiene que decir a mí cómo hacer una película y dónde poner los puntos de giro? Además, ¿acaso la vida real tiene trama? Yo hago la película que me da la gana (o que los hermanos Weinstein me dejan hacer)».

Después, sí, viene la secuencia más sangrienta de la película, que revela una recreación en la violencia compartida por Leone o Peckinpah (algo tendrá que ver la presencia de la sangre en el cine a partir de los sesenta con la extinción del Código Hays de censura en 1967).

De una u otra forma, yo quería explicar todo esto aquí. Sin embargo, sobre todo, me he dado cuenta de que los motivos más importantes por los que disfruté de Death Proof son: 1) me encantan las persecuciones y sus posibilidades cinematograficas (Bullitt, Duel), y 2) amo el slapstick. Es diáfana la conexión con las persecuciones, y no hay que escarbar mucho más para encontrar la relación con el slapstick: eran películas donde se perpetraban locuras cometidas por especialistas. Zoe Bell es ella misma una especialista de cine que en mayor o menor medida es capaz de emprender acciones de las que cualquiera de nosotros saldría con una pierna rota o sencillamente sin vida.

Claro que las secuencias de la película se pueden haber rodado con los vehículos a menor velocidad y después haberse acelerado las imágenes en postproducción, claro que tras la cámara habría un equipo sanitario completo por si ocurría cualquier cosa, pero es la misma Zoe Bell quien da bandazos de un lado a otro del capó, con riesgo de caer, es ese afán por captar la realidad, por capturar imágenes que están "bajo control pero no tanto", por difuminar aún más la barrera entre ficción y realidad en el cine, lo que creo que más me atrae del medio. Capturar la vida. Desde una anodina noche de fiesta hasta una trepidante persecución. (¿En qué quedamos? ¿No repudiabas la violencia real? Errr... estooo... ¡viva Hatari!).

Por eso recomiendo a todo el que pase por aquí (y haya llegado hasta el final), y a mí mismo para disfrutarla otra vez, Chasing Choo Choos, de 1927, donde los actores se mueven por encima y por los lados de un tren como Pedro por su casa.

Departamento de frases que se quedan en el tintero: De Death Proof también me gusta que la edición de sonido en la persecución haya dado protagonismo al ruido del motor y de los neumáticos en la banda sonora, como sucede en Bullitt, de la que se dice, por cierto, que persiguiendo esa realidad que buscaban transmitir fue la primera película de la historia grabada con sonido directo.