La Fuerza es poderosa en mí. La siento. No me refiero a la religión de la República Galáctica, sino a la fuerza de resistencia que impide que me ponga con según qué cosas. Por ejemplo, el videoclip que debía entregar el miércoles pero que inconscientemente he ido retrasando hasta optar por acabar presentándolo en septiembre. Tengo los planos. En MPEG-2 y no en AVI, que es como debería tenerlos para editar con Premiere, pero bueno, los tengo. Tengo la música. Más de una, porque todavía no he decidido cuál escoger. El ataque de impotencia que me entró ante el supuesto conversor de MPEG-2 a AVI no me frenó, porque todavía no era importante. Fue visionando y bautizando los planos, con un plano en concreto, uno en el que la cámara avanza a ras de techo a través de tres habitaciones, que me mareé y me entró un dolor de cabeza inhabilitante. Ahí envié el videoclip a hacer puñetas y me despedí de él con un hasta pronto. Tengo que hacerlo, sin duda, pero al tratarse del último trabajo como tal de la carrera, me gustaría quedar contento del mismo y no acabarlo con prisas.
Yo quería. Para inspirarme en esto del montaje no narrativo me había visto la fascinante Koyaanisqatsi (ya os la estáis descargando) y A Movie, ambas analizadas en la biblia de Bordwell. Pero en esto que se me juntaron las ganas de deshacerme de unos cuantos papeles de la habitación, la relectura de la saga del Imperio Secreto del Capitán América (1974), unos episodios de The West Wing, el libro de Bordwell sobre la narración en el cine de ficción y un ligero resfriado, entre otras cosas, y la resistencia vino a manifestarse en forma de dolor de cabeza.
Yo quería. Para inspirarme en esto del montaje no narrativo me había visto la fascinante Koyaanisqatsi (ya os la estáis descargando) y A Movie, ambas analizadas en la biblia de Bordwell. Pero en esto que se me juntaron las ganas de deshacerme de unos cuantos papeles de la habitación, la relectura de la saga del Imperio Secreto del Capitán América (1974), unos episodios de The West Wing, el libro de Bordwell sobre la narración en el cine de ficción y un ligero resfriado, entre otras cosas, y la resistencia vino a manifestarse en forma de dolor de cabeza.
Por entonces (número 8, noviembre 1962) Alicia no había adoptado todavía el apellido Masters, derivado, cuenta la leyenda, por idea de algún lector del nombre artístico de su padrastro: Puppet Master. Leer estos tebeos en inglés no tiene precio. No sólo porque me los haya descargado, ni porque se trate de escaneados de la edición original, sin intermediarios editoriales de ningún tipo, también porque me permite tener acceso a las cartas que enviaban los lectores a la colección. La Fantastic 4 Fan Page, por lo poco que he visto hasta ahora, era escenario de comentarios y debates (que si no me gusta el nombre de Mr. Fantástico, que si la Chica Invisible no hace nada, que por qué la Antorcha tiene dos manos izquierdas en la portada del número 3, que por qué la Cosa tiene cuatro dedos en cada mano) que los autores de la serie convertían en ideas y argumentos para la misma. Es un espacio de lo más prometedor, sobre todo teniendo en cuenta que en el número 5 ya aparece una carta de Roy Thomas, quien se convertiría en guionista estrella de Marvel en la segunda mitad de la década y que gobernaría el destino de los inquilinos de los pisos superiores del edificio Baxter en los setenta.
Una cosa más. La relación entre Ben y Alicia tiene una base un tanto perversa. Desde el primer número de Fantastic Four sabemos que Ben está, igual que su amigo Reed Richards / Mr. Fantástico, interesado en Susan Storm / Chica Invisible. En el número 8, el Amo de Marionetas se fija en el parecido entre Susan y Alicia, por lo que disfraza a ésta de la Chica Invisible para colarse en la base de los 4F sin levantar sospechas y que Ben, controlado por el marionetista, se enfrente al resto del equipo. El resto de la aventura consistirá en rescatar a Susan y en detener un motín en una prisión, así como los planes de dominio global del villano. Lo perverso reside, no sólo en que tanto Susan como Alicia parezcan menores, sino en que representan el mismo modelo de chica, y en que gracias a esto, Ben puede tener una chica igualita a la de su amigo en físico, uniforme y peinado.
La siesta, por cierto, no me sentó nada bien. Me provoca insomnio por la noche.
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