El sábado llegó a mis manos el primer número del nuevo volumen de Superman publicado por Planeta, tras un volumen anterior al que no he prestado la más mínima atención. Los motivos para volver al redil:
-un precio por número americano anterior al 2001.
-la edición en grapa, que el personaje no conocía en España desde ni se sabe (me bajé del carro cuando coleaba Zinco, en la primera mitad de los 90).
-Kurt Busiek, Carlos Pacheco y Jesús Merino.
¿Y Superman? No espero que me llegue a interesar tanto el personaje como me pasaba (y me sigue ocurriendo) con la etapa de Byrne, pero sí encontrar historias que merezcan la pena. Sobre todo, volver a leer tebeos maquinados por Busiek (en ambas colecciones: Superman y Action Comics) y dibujados por Pacheco. Qué cosas. Actores y directores españoles cruzan el charco para trabajar en Hollywood (o en el extranjero) y se informa a todo el mundo. Un español dibuja un icono de 70 años, el héroe más reconocible, y nos enteramos los de siempre.
Este primer número también supone el regreso de otro elemento, si no frecuente, sí habitual en la lectura de tebeos. Pinchad la imagen:
En la cuarta viñeta de esta cuarta página se da el típico ejemplo de "personalidades intercambiadas", también conocido como "este personaje no puede decir esta frase", "síndrome de los jóvenes castores", o "fallo de continuidad que expulsa al lector durante unos segundos fuera del relato".
La frase que inicia Superman en la segunda viñeta, «No sé qué serán esas esferas que orbitan a tu alrededor...», es completada por su contrincante («¡...pero tampoco te van a ayudar!») en vez de por él mismo, quien también pronuncia una frase ajena en la cuarta viñeta.
El intercambio de textos en los bocadillos es algo que ocurre de vez en cuando, y hay que verlo como una apelación por parte de packager hacia una lectura más activa y creativa, sin la que el lector se limitaría a interpretar en su mente de forma automatizada el espacio y el tiempo entre viñetas, así como la duración y la coreografía en el interior de cada una de éstas, sin mencionar, por supuesto, que esta simple (?) traslación de frases aporta un revitalizante desvío en el trayecto que sigue nuestra mirada a través de la página, que nos guía mediante la posición de los textos de apoyo, la ubicación de los bocadillos, la distribución de las viñetas, el raccord de movimiento o de mirada de los personajes, las líneas maestras del dibujo...
El síndrome de los jóvenes castores (los tres sobrinos del Pato Donald que siempre dividen su frase en tres para que cada uno de ellos pronuncie un fragmento, como una mente con tres bocas) es la aportación del packager patrio a la demostración de que nos hallamos ante el lenguaje más fascinante del mundo.
-un precio por número americano anterior al 2001.
-la edición en grapa, que el personaje no conocía en España desde ni se sabe (me bajé del carro cuando coleaba Zinco, en la primera mitad de los 90).
-Kurt Busiek, Carlos Pacheco y Jesús Merino.
¿Y Superman? No espero que me llegue a interesar tanto el personaje como me pasaba (y me sigue ocurriendo) con la etapa de Byrne, pero sí encontrar historias que merezcan la pena. Sobre todo, volver a leer tebeos maquinados por Busiek (en ambas colecciones: Superman y Action Comics) y dibujados por Pacheco. Qué cosas. Actores y directores españoles cruzan el charco para trabajar en Hollywood (o en el extranjero) y se informa a todo el mundo. Un español dibuja un icono de 70 años, el héroe más reconocible, y nos enteramos los de siempre.
Este primer número también supone el regreso de otro elemento, si no frecuente, sí habitual en la lectura de tebeos. Pinchad la imagen:
En la cuarta viñeta de esta cuarta página se da el típico ejemplo de "personalidades intercambiadas", también conocido como "este personaje no puede decir esta frase", "síndrome de los jóvenes castores", o "fallo de continuidad que expulsa al lector durante unos segundos fuera del relato".
La frase que inicia Superman en la segunda viñeta, «No sé qué serán esas esferas que orbitan a tu alrededor...», es completada por su contrincante («¡...pero tampoco te van a ayudar!») en vez de por él mismo, quien también pronuncia una frase ajena en la cuarta viñeta.
El intercambio de textos en los bocadillos es algo que ocurre de vez en cuando, y hay que verlo como una apelación por parte de packager hacia una lectura más activa y creativa, sin la que el lector se limitaría a interpretar en su mente de forma automatizada el espacio y el tiempo entre viñetas, así como la duración y la coreografía en el interior de cada una de éstas, sin mencionar, por supuesto, que esta simple (?) traslación de frases aporta un revitalizante desvío en el trayecto que sigue nuestra mirada a través de la página, que nos guía mediante la posición de los textos de apoyo, la ubicación de los bocadillos, la distribución de las viñetas, el raccord de movimiento o de mirada de los personajes, las líneas maestras del dibujo...
El síndrome de los jóvenes castores (los tres sobrinos del Pato Donald que siempre dividen su frase en tres para que cada uno de ellos pronuncie un fragmento, como una mente con tres bocas) es la aportación del packager patrio a la demostración de que nos hallamos ante el lenguaje más fascinante del mundo.
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