Basta de glorificar la salitrosa brisa marina. Nada más refrescante ni reconfortante que sentir en el cuerpo la corriente de aire que empujan los vagones en la parada de metro del Colosseo.
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El suelo bajo nuestras ciudades es el excremento sobre el que se asienta Occidente. Para horadarlo, ventilarlo y facilitar la acción de las bacterias y el resurgimiento de la vida y la razón llegará un día la Gran Lombrith, oxigenadora de Subterránea. Mientras Occidente se expande, se debilita y desaparece, hasta el Día del Último Suspiro, entreteneos con las alucinaciones del primer profeta de su llegada, el Senador Lombrith.
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