divendres, de febrer 10, 2006

SHE WAS TIRED

Hay días que uno desearía volver a nacer y ser otra persona. Hacer bien las cosas. Sin embargo, se empieza y se termina; no se puede empezar de nuevo. Por una vez, estaría bien nacer sin esa presión que impide hablar y que no hace ningún bien.

Pero bueno, siempre nos queda Joyce:

«He rushed beyond the barrier and called to her to follow. He was shouted at to go on, but he still called to her. She set her white face to him, passive, like a helpless animal. Her eyes gave him no sign of love or farewell or recognition».

-James Joyce, Eveline, en Dubliners (1914)

(Nada, que me estoy releyendo Dubliners y en el tren he acabado la cuarta historia. A Joyce hay que leerlo pronunciando y lentamente: así a veces me coge un nudo en la garganta que me impide terminar sus frases. Joyce, aquí la gente; gente, el puto amo).

Para aquellos que no pueden pero desean ser otro, y no una vez, existe la ficción. Existe el cine. Donde dos personajes se dicen lo que se tienen que decir, sin perder el tiempo. Donde un juego de plano y contraplano te anticipa qué les traerá la trama. Y la música, de fondo.

Juego. Eso me recuerda a una tira de Peanuts (dios, Schulz, ¿por qué? ¿por qué?) en la que Sally (creo que era ella), la hermana pequeña de Charlie Brown (Carlitos, para entendernos) observa cómo su hermano juega al ajedrez (o a las damas) con Linus Van Pelt.

Si no os habéis perdido con tanto paréntesis, seguimos. Sally les pregunta en qué consiste el juego, y se queda extrañada cuando le explican que sólo puede haber un vencedor. Su frase final: “Si sólo puede ganar uno... el otro, entonces, ¿por qué juega?”.

(Espero no confundirme y que no sea en realidad una tira de Mafalda, quien también suele aparecer jugando a ¿damas? con Felipe o Susanita, pero no creo. Quino es pesimista, pero no incide esa filosofía del perdedor que simboliza Carlitos y que impregna todo Peanuts. Vale, visto ahora tal vez no debería haber leído tanto Peanuts de pequeño, pero ya es tarde para no haberse contagiado).

Pues eso, que no sé por qué juego. Ni siquiera si estoy en él. Ni siquiera si me aceptarán alguna vez. Sólo sé que no sé jugar.