dimarts, de febrer 07, 2006

COSAS QUE ECHABA DE MENOS

Entre la vida social y los trabajos, llevo unos días parando por casa sólo para dormir y a veces ni eso. Por tanto, hoy toca popurrí antes de que vuelva a salir a la calle, no regrese y caduquen los textos.

1. LOS AUTOBUSES

Algún día aprenderé a leer bien e interpretar las notas al pie en un horario de autobuses.
Cojamos el siguiente ejemplo. Horario de los autobuses de Luisenplatz (Darmstadt) a Dieburg una noche de fin de semana:

0:22h (D2), 672, Dieburg Bahnhof.
0:47h, 5507, Aschaffenburg.
1:17h (D2), 5507, Aschaffenburg.
1:22h (D2),
672, Dieburg Bahnhof.
2:22h,
672, Dieburg Bahnhof.

¿Qué es eso de D2? Bajo la vista y leo, en la parte de Zeichenerklärung:

D2: Verkehrt nur am 26.02 und 30.04.2006.

Parece que quiere decir que sólo circula dos días al año. Pienso para mí que un autobús que sólo circula dos días al año es una gilipollez que no tiene derecho a la vida y me decido por esperar.

Por de pronto, el de las 0:22, que era que el quería coger, no pasa.

Veo venir y dejo irse el 5507, que va a Aschaffenburg pero pasa por Dieburg Bahnhof. Era un autobús que no había visto nunca y al que no subía nadie. Como, por muy aislado que esté el pueblo, no concibo que nadie suba al bus para volver a Dieburg, porque siempre hay gente esperando, yo tampoco subo. Me quedo con el come-come, eso sí.

Pasan las horas y se confirma:

a) el que hace los horarios de la RMV está como una puta chota.

b) además, no usa ninguno de los medios de transporte de la RMV.

c) la nota al pie D2 es una gilipollez que no tiene derecho a la vida.

El resultado: catarro. Porque resulta, que aunque sea a las 3 y media de la noche, y localizada en Dieburg, en el trayecto desde la parada del bus hasta la puerta de la Wohnheim, en Alemania también hay humedad. Y se ve.


2. CHESTERTON

«Entonces comprendí el significado del humo. El humo era como la ciudad moderna que lo produce. No siempre es opaco y feo, pero invariablemente es malvado y vano.

«La Inglaterra moderna era como una nube de humo. Podía desplegar todos los colores, pero no podía dejar nada más que suciedad. Era nuestra debilidad y no nuestra fortaleza la que ponía aquella variada basura en el cielo. Eran los ríos de nuestra vanidad vertiéndose en el vacío. Habíamos cogido el círculo sagrado del remolino del viento, lo habíamos menospreciado y lo veíamos como el remolino de una charca. Y luego lo habíamos utilizado como un fregadero. Era un buen símbolo de la rebelión de mi propia mente. Sólo nuestras peores cosas iban al cielo. Sólo nuestros delincuentes podían ascender aún como ángeles».

-Gilbert Keith Chesterton, El hombre vivo (1912)

(¡Lo he acabado hoy!)


3. MOVERME

Tras meses de sedentarismo erasmusiano, en enero me traje mis deportivas de correr porque había pensado que ya era hora de volver a hacerlo. Siempre me ha gustado, desde que empecé hace más de seis años, cuando perdí los suficientes kilos como para poder correr sin sufrir demasiado. Sin embargo, con tanta nieve, sin ganas de madrugar, y sin horas de luz por las tardes, no encontraba el momento. Tendrían que obligarme a hacer ejercicio.

Así, arrastrado por el mono de actividad física y fácilmente convencido por Bea, me uní la tarde del jueves a la práctica del schwitz-fit en el Spielhalle de Böllenfalltor, en el campus de Lichtwiese de la TU (al menos creo que es ahí donde me llevaron).

Centenares de personas, capaces por un momento de hacerme retroceder y de dirigirme hacia la puerta (para salir corriendo de allí), se encontraban ya en movimiento cuando llegamos.

La monitora, guía de nuestros cuerpos durante casi una hora y epicentro de la masa, estaba oculta la mayor parte del tiempo a la vista de cualquiera, como nosotros, que sudara en las últimas filas. La mujer daba las instrucciones en alemán, lo que me obligaba a estar con la cabeza siempre levantada y buscándola con la mirada, no para orientar mis orejas y escucharla mejor (ni esforzándose la comprendía uno), sino para ver qué hacía, si no ella, el resto de gente.

Para poder seguir los ejercicios, utilicé la técnica de “imita al que tienes delante”, así que si la chica de delante de mí levantaba la pierna izquierda, fracciones de segundo después yo hacía lo mismo. Y estaba pendiente de no descuadrarme demasiado con ella porque a la mínima que se encontrara en una fase del ejercicio diferente de la mía, me mareaba y perdía el control de mis extremidades. Mi mente no da para más.

Lo peor es que cada vez que le cogía el truco a la coordinación de uno de esos ejercicios combinados (que si levanta recta la pierna derecha y tócate la rodilla con la mano, pasito a la izquierda, nosequé con los brazos, lo mismo con la pierna izquierda,...) cambiaban a otro nuevo que tenía que copiar. Así no me dejaré de sentirme (y ser) un patoso en la vida.

Una última cosa. En contra de lo que pueda parecer, de verdad que fui a hacer ejercicio. En el mundo (y en un pabellón deportivo) hay lo que hay, y uno todavía tiene ojos. Y como se dio el caso que tenía la cabeza siempre al frente, ya estuviera de pie, arrodillado o acostado en el suelo recordando que tengo abdominales (y que me duelen), en mi campo de visión se cruzaron unos culos que sólo pueden calificarse de perfectos. Así, sin más.

Y el jueves, vuelvo.