dimarts, de febrer 14, 2006

AVATAR

Son tiempos de cambio. Febrero, tierra de nadie entre semestres, está siendo testigo de numerosos movimientos. Para los estudiantes de la Fachhochschule Darmstadt y la Technische Universität Darmstadt es tiempo de abandonar sus habitaciones, ya sea por última vez o para buscar otro techo.

Y en esas estamos. No es que no me guste Dieburg, entendámonos, aquí se está muy bien, pero se estaría mucho mejor si la civilización se encontrara alrededor y no a 45’ de distancia. Lo de mudarme no lo hago por mi bienestar personal ni mejora de las relaciones humanas, que conste; lo hago por aquellos o aquellas que tengan a bien visitarme algún día (aunque se reduzca a la persona de mi hermano, como veo venir), para que se ahorren los 3’35 euros que cuesta un viaje sencillo en tren de Dieburg hasta la civilización (ida y vuelta: 7’70: ¡más caro que el Gandia-València y la cuarta parte de su recorrido!; es para cagarse). También está el bus, más barato, pero las cerca de mil pesetas diarias no se las quitaría nadie para moverse también por Darmstadt. Y que no me da la gana que se gasten ese dinero. Por eso, por ellos, por mi hermano, la semana pasada empecé a buscar habitación libre en Karlshof (quién me iba a decir a mí que un día desearía volver al sitio del que me fui).

No es tan fácil irse. Cuando hace dos semanas pasé por el Wohnraumverwaltung del Studentenwerk de Darmstadt para decirles: “Oyes, que me quiero ir del pueblo”, me respondieron: “Pos mu bien. Pero que sepas que tú firmaste un contrato hasta septiembre y que tu habitación no puede quedar vacía. Así que ya me estás buscando a otro tonto que acepte vivir en Dieburg. O si nos, no hay trato que valga”.

Se me cayó el mundo encima. No me iban a ayudar. Yo, por mi cuenta, tenía que encontrar habitación libre en Karlshof al tiempo que encontraba a alguien para instalarse en mi habitación de la Wohnheim de Dieburg. Mi futuro se hallaba (y se halla todavía) ligado a dos variables independientes, según corrobora El Atún.

Tras el pánico (“¡Dios! ¡Si yo nunca he buscado piso!”) y la aceptación (“Todo sea por salir del pueblo”. El pueblo, todo sea dicho, es un estado mental, y un análisis del mismo daría para otro post, que no tiene porqué ser mío aunque mi persona fuera objeto de la investigación en el apartado de “típico comportamiento del pueblerino ante unas escaleras mecánicas en funcionamiento”), la ACCIÓN.

La acción se estrenó la semana pasada cuando llamé a la puerta de aquellas WG (recuerdo: Wohngemeinschaft, vivienda compartida) con habitaciones libres y me inscribí en trece listas de solicitantes. Hoy (bueno, ayer, ya sabéis de mis ciclos de sueño) he recibido un correo y una llamada de teléfono para asistir el miércoles por la noche a sendas reuniones de “presentarse uno mismo a los ocupantes actuales”; esto es, lo que conocemos como “casting”. Antes, mañana (bueno, hoy), tengo que volver por el Wohnraumverwaltung y preguntar si pueden haber dos erasmus en una misma WG, porque sería lo único que se interpondría en la posibilidad de ser acogido bajo el mismo techo que Captain Librarian, a.k.a “La Persuasora” o “La Maestra de Protocolo”.

Todo esto es, sin embargo, sólo la mitad del plan. El sábado por la noche la Imprenta Pablo publicó seis carteles que colgamos por Karlshof y que anuncian mi habitación. A los que hoy (ayer) se les han unido como treinta más distribuidos por tablones de la TU, la FH de Dieburg y Darmstadt, la misma Wohnheim de Dieburg y Karlshof de nuevo. La campaña “Endosarle la habitación a quien sea” ha empezado. Y mañana (hoy), más.

Colgando carteles me he dado cuenta de que no soy el único que pretende irse de Dieburg. Sabía que los irlandeses se van a Berlín con Cartxo (Carlos todavía no lo tiene claro; ellos son los otros dos de Comunicación de Gandia) y sencillamente han cancelado el contrato, pero mi vecino, Yan (me siento un gigante a su lado), y los macedonios del piso de abajo, también están buscando alguien que ocupe su habitación para mudarse ellos. Yan, según noticia de última hora, ha encontrado otro chino.

No sé si los cálculos de Wolfgang incluyen a Steffi, que ha dejado esta tarde la residencia para volver a casa unos días antes de volar el domingo a València y estar unos meses de erasmus en Gandia, pero me ha dicho que ocho personas del piso quieren abandonarlo. Es un éxodo. Es el fin de la comunidad. Dieburg se desmorona. Es normal, nadie friega, ¿qué quieren?

2 comentaris:

Anònim ha dit...

si encuentras alojamiento de tu gusto te mudarás y por lo tanto te hará falta la cuberteria. entonces aprobechando que está en casa(todavia no, dentro de unos dias)"la Maestra de Protocolo" ¿le envio las cucharas prometidas para el estreno de la nueva casa? un saludo y un abrazo fuerte de R.A.F.I.

Senador Lombrith ha dit...

Se agradece el detalle, señora R.A.F.I. Espero encontrar nuevo alojamiento, pero no es mi intención desvalijar su casa ni privar a su hija del ajuar. Guarde la cubertería para mejor ocasión. Donde vaya confío en que conozcan las cucharas. Bese por favor a la Maestra de Protocolo de mi parte cuando llegue. Un fuerte abrazo