En un despliegue investigador titánico y sin precedentes, una acción de total y absoluto desprendimiento y abnegado sacrificio, labor que jamás volveréis a contemplar en esta página, vuestro demente Senador se ha embarcado esta tarde en una misión de fines completamente divulgativos, con la única finalidad de beneficiar a la comunidad de seres que dicen llamarse humanos y que con él comparten región. Éste es el resultado:
No es que estuviera hastiado, ocioso y desocupado, no, ni siquiera asqueado hasta decir basta del bienamado Premiere, que Dios lo tenga en su Gloria (pero pronto), ni deseara adelantar mi reloj vital medio siglo y emplear mi tiempo en actividades de jubilado, para tratar de comprender mejor qué pasa por el cerebro de mi abuela (que cada día está peor). Mi único fin era experimentar en mis carnes el último día gratuito del nuevo transporte intraurbano gandiense en período de pruebas. Esto es, aprovecharme subrepticiamente del dinero de los contribuyentes y de los servicios municipales de la ciudad que rodea a mi pueblo y que, en consecuencia, no es mi ciudad.
Acompañado como estaba de mi ejemplar de The Book of Illusions, de Paul Auster, en el que me adentré por primera vez hace unas pocas noches para tratar de remediar mi reciente insomnio, subí a las 17:15 horas, abonando el importe de cero euros, a la línea 3 (también conocida como Sector Norte o interna) de L'urbà a su parada delante del Hospital. Mi plan maestro consistía en:
a) acabar de leer el segundo capítulo de The Book of Illusions, en el que se describen algunas películas del desaparecido cineasta Hector Mann. (conseguido)
b) simultanear la magnífica tarea descrita en a) con no uno sino dos viajes gratuitos alrededor de Gandia. (conseguido)
c) robar al Estado. (conseguido)
d) mezclarme con la gente a la que algún día gobernaré. (pachín-pachán)
El momento más crítico de ambos trayectos ha sido cuando, en el primero de ellos, el conductor ha efectuado parada de varios minutos enfrente de la estación de Renfe, ha dado unas zancadas por el interior del autobús hacia una mujer a quien hasta ese mismo instante yo había tomado por una viajera corriente, casi sin mediar palabra ha cogido el bebé que ella protegía plácidamente dormido en su regazo, y se ha apeado para cruzar temerariamente la calle, en dirección hacia otro autobús aparcado, para fardar de niño ante otro conductor. En ese preciso segundo me asaltó la duda de si apearme yo también y dejar para otro día mi viaje en autobús. La escena: un padre y una madre jóvenes, un nuevo empleo en la novísima línea de autobuses de Gandia, un hijo en común, de pocos días, dormidito, el hecho de presumir de bebé ante un compañero de trabajo... Era evidente que el conductor iba a morir en el segundo rollo de película. Y si daba la casualidad de que yo viajaba con él, me tocaría también. En esta tesitura me hallaba cuando, en un acto de gallarda valentía, decidí no levantarme y seguir leyendo a Auster mientras el vehículo seguía estacionado, pues en caso de reiniciar su marcha, el movimiento me impediría proseguir la lectura tan tranquilo. ¡Miré a la muerte a los ojos!
Demasiado común hoy en día, el hilo musical también se ha adueñado de los oídos del pasaje. Blandiendo proclamas y loas del amor heterosexual y la vida en pareja, ha arruinado en parte mi viaje. Ha tenido, sin embargo, un valor enriquecedor en mí, pues me ha recordado que para cuando devenga el amo del mundo y el lombrithismo llegue a cada rincón del alma humana, mi red de propagandistas y genetistas (los conocidos como gen-prop) habrá conseguido erradicar hasta el más nimio resquicio de sentimientos que embrutecen nuestra psique. ¡Un nuevo amanecer para Eugenesia! Y recordando este alentador futuro, he abandonado el segundo autobús (línea 4, Sector Sur, externa) y he encaminado mis pasos de vuelta al hogar.
PD: ¿el resultado de tanta investigación? a) No existen las líneas 1 y 2, b) la 3 y la 4 cada una tarda en efectuar su recorrido media hora casi exacta y, c) dado que para los jubilados mañana (y pasado, y al otro) también será gratis, se van a hartar de dar vueltas.
No es que estuviera hastiado, ocioso y desocupado, no, ni siquiera asqueado hasta decir basta del bienamado Premiere, que Dios lo tenga en su Gloria (pero pronto), ni deseara adelantar mi reloj vital medio siglo y emplear mi tiempo en actividades de jubilado, para tratar de comprender mejor qué pasa por el cerebro de mi abuela (que cada día está peor). Mi único fin era experimentar en mis carnes el último día gratuito del nuevo transporte intraurbano gandiense en período de pruebas. Esto es, aprovecharme subrepticiamente del dinero de los contribuyentes y de los servicios municipales de la ciudad que rodea a mi pueblo y que, en consecuencia, no es mi ciudad.
Acompañado como estaba de mi ejemplar de The Book of Illusions, de Paul Auster, en el que me adentré por primera vez hace unas pocas noches para tratar de remediar mi reciente insomnio, subí a las 17:15 horas, abonando el importe de cero euros, a la línea 3 (también conocida como Sector Norte o interna) de L'urbà a su parada delante del Hospital. Mi plan maestro consistía en:
a) acabar de leer el segundo capítulo de The Book of Illusions, en el que se describen algunas películas del desaparecido cineasta Hector Mann. (conseguido)
b) simultanear la magnífica tarea descrita en a) con no uno sino dos viajes gratuitos alrededor de Gandia. (conseguido)
c) robar al Estado. (conseguido)
d) mezclarme con la gente a la que algún día gobernaré. (pachín-pachán)
El momento más crítico de ambos trayectos ha sido cuando, en el primero de ellos, el conductor ha efectuado parada de varios minutos enfrente de la estación de Renfe, ha dado unas zancadas por el interior del autobús hacia una mujer a quien hasta ese mismo instante yo había tomado por una viajera corriente, casi sin mediar palabra ha cogido el bebé que ella protegía plácidamente dormido en su regazo, y se ha apeado para cruzar temerariamente la calle, en dirección hacia otro autobús aparcado, para fardar de niño ante otro conductor. En ese preciso segundo me asaltó la duda de si apearme yo también y dejar para otro día mi viaje en autobús. La escena: un padre y una madre jóvenes, un nuevo empleo en la novísima línea de autobuses de Gandia, un hijo en común, de pocos días, dormidito, el hecho de presumir de bebé ante un compañero de trabajo... Era evidente que el conductor iba a morir en el segundo rollo de película. Y si daba la casualidad de que yo viajaba con él, me tocaría también. En esta tesitura me hallaba cuando, en un acto de gallarda valentía, decidí no levantarme y seguir leyendo a Auster mientras el vehículo seguía estacionado, pues en caso de reiniciar su marcha, el movimiento me impediría proseguir la lectura tan tranquilo. ¡Miré a la muerte a los ojos!
Demasiado común hoy en día, el hilo musical también se ha adueñado de los oídos del pasaje. Blandiendo proclamas y loas del amor heterosexual y la vida en pareja, ha arruinado en parte mi viaje. Ha tenido, sin embargo, un valor enriquecedor en mí, pues me ha recordado que para cuando devenga el amo del mundo y el lombrithismo llegue a cada rincón del alma humana, mi red de propagandistas y genetistas (los conocidos como gen-prop) habrá conseguido erradicar hasta el más nimio resquicio de sentimientos que embrutecen nuestra psique. ¡Un nuevo amanecer para Eugenesia! Y recordando este alentador futuro, he abandonado el segundo autobús (línea 4, Sector Sur, externa) y he encaminado mis pasos de vuelta al hogar.
PD: ¿el resultado de tanta investigación? a) No existen las líneas 1 y 2, b) la 3 y la 4 cada una tarda en efectuar su recorrido media hora casi exacta y, c) dado que para los jubilados mañana (y pasado, y al otro) también será gratis, se van a hartar de dar vueltas.
3 comentaris:
Tio,qué prosa me gastas! andas inspirado por las musas!
Lo que da de sí un transporte interurbano...
Nada, uno que se aburre y a quien le sobra demasiado tiempo para darle al tarro y probar el bus nuevo. (pero gracias).
los viajes en autobus y lo que se puede ver y oir siempre me han fascinado. Cuanso viajo en ellos salgo diciendo que se podria escribir una gran novela contando todo lo que pasa en ellos. ¡es la vida misma! me encanta escuchar lo que dicen y ver lo que hacen (la gente, claro, no los autobuses). es un magnifico guion. Saludos y animate a escribir uno sobre ellos, seria un gran exito.
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