Podría escribir un texto blanco como el anterior o empezar a hacer honor a la columnilla verde de la izquierda y soltarme con uno sobre el imperialismo estadounidense, el creciente y cotidiano fascismo al que nos estamos acostumbrando de una manera acojonante o, incluso, hablar de este país en el que resulta que vivo (mal que me pese algunas veces) e ir preparando el camino para las elecciones que se acercan. Pero eso será otro día, oye, que hoy no me siento tan cabreado como para ello.
Hablemos de cómics. Ya casi casi me he puesto al día con las lecturas atrasadas. Todavía anda por ahí la colección de tomos de El País de hace un par de años, y voy hincando el diente a sus volúmenes a un ritmo lento y con intermitencias, pero constante, dentro de lo que se puede. La semana pasada leí La marca amarilla, un tebeo (o BD, tando da) que realizó Edgar P. Jacobs (a quien no tenía el gusto de conocer) hace más de cincuenta años y que no está nada mal. (Nota mental: acercarse de nuevo para ver qué se cuece en el cómic franco-belga).
Pero bueno, yo no quería hablar de esto. Inspirado en parte por la discusión que se ha animado esta semana en el blog de Pedro ("esta semana" por concretar un poco, porque lo cierto es que es un tema que se arrastra desde hace mucho tiempo) sobre si las editoriales españolas deberían respetar el formato americano de 24 páginas (que, en realidad, bueno, son 32 con publicidad) o publicar números dobles, o tomos, o tomitos, en tamaño comic-book, ultimate, Biblioteca Marvel, Clásicos DC o cualquiera que se puedan inventar el mes que viene, quería decir que todo esto me la trae un poco al fresco. ¿Y qué necesidad tenía de decirlo? Una completamente egoísta: ir entrenando estos deditos y esta cabecita en la crítica recapacitada (¡ala!, tú no eres capaz de eso, ¿qué vas diciendo?) de cara al proyecto fin de carrera, que espero centrar en el mundo tebeil. De superhéroes, añado.
He empezado a escribir e imagino que andaréis todos perdidísimos, como ciudadanos de a pie que no acostumbran a abrir tebeos ni a estar al tanto de lo que se cuece en el mundillo. Seré comprensivo. Un tebeo americano de superhéroes es un cuadernillo doblado y grapado (lo que se conoce como comic-book; me leo y me parece estar diciendo sandeces, pero el PFC o TFC deberá incluir explicaciones de obviedades como la anterior) con unas 20-24 páginas de historieta, de aparición (si hay suerte) mensual. El formato de marras cuenta con unos 70 años de existencia al otro lado del charco, y aquí llegó un poco más tarde, hará veinte años, digamos.
Si bien hay muchos más formatos (o "fórmulas editoriales") en el mercado español, el comic-book sigue considerándose como "EL-formato-en-el-que-deben-publicarse-los-tebeos-de-superhéroes". Es lo que se conoce como formato original. Ya de entrada digo que a mí me gusta: larguiruchos y delgaduchos, con sus grapas y sus continuarás. El resumen del conflicto: el mercado está cambiando y las grapas cada vez son más caras y los tomos más atractivos. Otro día amplío todo esto.
Aunque esté un poco enterado de estos asuntos, ya he dicho que no es algo que me quite el sueño. Un año fuera del país me sirvió para poner a cero mi contador de coleccionista mensual, bajarme del carro de unos cuantos títulos y subirme al carro de otros pocos. Y, lo más curioso, casi cada uno de su padre y de su madre, hecho que ha cambiado la perspectiva que tenía y, por supuesto, mi posición como comprador / lector.
¿Qué títulos sigo, entonces? Daredevil, siempre; Green Lantern, desde hace nada y atraído por los dibujos de Pacheco; el coleccionable del Superman de los años 80 (sí, soy de los que todavía aguantan pese a la mala calidad de reproducción); The Sandman (en la nueva edición de Planeta) y La cosa del pantano, de alguien con el que siempre disfruto: Alan Moore. Cinco colecciones: dos actuales, tres de los ochenta, una de Marvel, dos de DC y dos de Vertigo (que también es DC). Si no sabéis qué es qué, dadme tiempo. (Nota para otro post: por qué sigo las que sigo y por qué ya no sigo las que no sigo).
El hecho de que dejara de comprar algunas colecciones ha facilitado que vuelva mi vista al pasado, concretamente a mis estanterías y armarios, y empezara a releer algunos números de aquí y allá, y el seguir con esta relectura me reafirma en el propósito de realizar el PFC sobre los cómics de superhéroes. Para ello, barajo desde hace meses algunas propuestas:
1) no complicarme demasiado la vida (es un decir) y analizar las adaptaciones cinematográficas de las obras de Alan Moore (V de Vendetta, From Hell, La liga de los hombres extraordinarios, Watchmen-en preproducción);
2) complicármela un poco y, sin meterme en el cine para nada, coger los tebeos de superhéroes por ellos mismos y analizar, desde los ojos de alguien que pretende narrar algún día, arcos argumentales de obras cumbre del género. En este cajón meto: Los 4 fantásticos de Stan Lee y Jack Kirby (los primeros 100 números, años 60); Los 4F de John Byrne en los 80; El asombroso Spiderman de Stan Lee, Roy Thomas, Gerry Conway, Steve Ditko, John Romita y Gil Kane (y algún que otro autor más, en números puntuales), también los años 60, hasta la muerte de Gwen Stacy (#121, junio de 1973); o Conan el bárbaro, de Roy Thomas, Barry Smith y John Buscema, hasta el final de la saga de Conan y Bêlit en su número 100, que es también hasta donde tengo.
3) o complicármela del todo y, tomando estas colecciones como ejemplo, y otras publicaciones sobre la narrativa gráfica a cargo de Will Eisner y Scott McCloud, y partiendo tanto de las nomenclaturas que usan ellos como de los términos tradicionalmente utilizados en el análisis de la narrativa cinematográfica (o lenguaje audiovisual), adentrarme en el terreno de la composición de página, distribución de bocadillos, viñetas, calles, clausuras y demás para ver si llego a algún puerto. Y de paso averiguar por qué carajo me gustan tanto los cómics.
Vaya, ha quedado un texto larguillo y pensaba que ya no llegaba a ningún sitio, pero he conseguido establecer los temas del proyecto. (Vale, de acuerdo, se han quedado colgados unos párrafos que sólo cobrarán pleno sentido en ulteriores actualizaciones. Lo dicho: dadme tiempo).
Hablemos de cómics. Ya casi casi me he puesto al día con las lecturas atrasadas. Todavía anda por ahí la colección de tomos de El País de hace un par de años, y voy hincando el diente a sus volúmenes a un ritmo lento y con intermitencias, pero constante, dentro de lo que se puede. La semana pasada leí La marca amarilla, un tebeo (o BD, tando da) que realizó Edgar P. Jacobs (a quien no tenía el gusto de conocer) hace más de cincuenta años y que no está nada mal. (Nota mental: acercarse de nuevo para ver qué se cuece en el cómic franco-belga).
Pero bueno, yo no quería hablar de esto. Inspirado en parte por la discusión que se ha animado esta semana en el blog de Pedro ("esta semana" por concretar un poco, porque lo cierto es que es un tema que se arrastra desde hace mucho tiempo) sobre si las editoriales españolas deberían respetar el formato americano de 24 páginas (que, en realidad, bueno, son 32 con publicidad) o publicar números dobles, o tomos, o tomitos, en tamaño comic-book, ultimate, Biblioteca Marvel, Clásicos DC o cualquiera que se puedan inventar el mes que viene, quería decir que todo esto me la trae un poco al fresco. ¿Y qué necesidad tenía de decirlo? Una completamente egoísta: ir entrenando estos deditos y esta cabecita en la crítica recapacitada (¡ala!, tú no eres capaz de eso, ¿qué vas diciendo?) de cara al proyecto fin de carrera, que espero centrar en el mundo tebeil. De superhéroes, añado.
He empezado a escribir e imagino que andaréis todos perdidísimos, como ciudadanos de a pie que no acostumbran a abrir tebeos ni a estar al tanto de lo que se cuece en el mundillo. Seré comprensivo. Un tebeo americano de superhéroes es un cuadernillo doblado y grapado (lo que se conoce como comic-book; me leo y me parece estar diciendo sandeces, pero el PFC o TFC deberá incluir explicaciones de obviedades como la anterior) con unas 20-24 páginas de historieta, de aparición (si hay suerte) mensual. El formato de marras cuenta con unos 70 años de existencia al otro lado del charco, y aquí llegó un poco más tarde, hará veinte años, digamos.
Si bien hay muchos más formatos (o "fórmulas editoriales") en el mercado español, el comic-book sigue considerándose como "EL-formato-en-el-que-deben-publicarse-los-tebeos-de-superhéroes". Es lo que se conoce como formato original. Ya de entrada digo que a mí me gusta: larguiruchos y delgaduchos, con sus grapas y sus continuarás. El resumen del conflicto: el mercado está cambiando y las grapas cada vez son más caras y los tomos más atractivos. Otro día amplío todo esto.
Aunque esté un poco enterado de estos asuntos, ya he dicho que no es algo que me quite el sueño. Un año fuera del país me sirvió para poner a cero mi contador de coleccionista mensual, bajarme del carro de unos cuantos títulos y subirme al carro de otros pocos. Y, lo más curioso, casi cada uno de su padre y de su madre, hecho que ha cambiado la perspectiva que tenía y, por supuesto, mi posición como comprador / lector.
¿Qué títulos sigo, entonces? Daredevil, siempre; Green Lantern, desde hace nada y atraído por los dibujos de Pacheco; el coleccionable del Superman de los años 80 (sí, soy de los que todavía aguantan pese a la mala calidad de reproducción); The Sandman (en la nueva edición de Planeta) y La cosa del pantano, de alguien con el que siempre disfruto: Alan Moore. Cinco colecciones: dos actuales, tres de los ochenta, una de Marvel, dos de DC y dos de Vertigo (que también es DC). Si no sabéis qué es qué, dadme tiempo. (Nota para otro post: por qué sigo las que sigo y por qué ya no sigo las que no sigo).
El hecho de que dejara de comprar algunas colecciones ha facilitado que vuelva mi vista al pasado, concretamente a mis estanterías y armarios, y empezara a releer algunos números de aquí y allá, y el seguir con esta relectura me reafirma en el propósito de realizar el PFC sobre los cómics de superhéroes. Para ello, barajo desde hace meses algunas propuestas:
1) no complicarme demasiado la vida (es un decir) y analizar las adaptaciones cinematográficas de las obras de Alan Moore (V de Vendetta, From Hell, La liga de los hombres extraordinarios, Watchmen-en preproducción);
2) complicármela un poco y, sin meterme en el cine para nada, coger los tebeos de superhéroes por ellos mismos y analizar, desde los ojos de alguien que pretende narrar algún día, arcos argumentales de obras cumbre del género. En este cajón meto: Los 4 fantásticos de Stan Lee y Jack Kirby (los primeros 100 números, años 60); Los 4F de John Byrne en los 80; El asombroso Spiderman de Stan Lee, Roy Thomas, Gerry Conway, Steve Ditko, John Romita y Gil Kane (y algún que otro autor más, en números puntuales), también los años 60, hasta la muerte de Gwen Stacy (#121, junio de 1973); o Conan el bárbaro, de Roy Thomas, Barry Smith y John Buscema, hasta el final de la saga de Conan y Bêlit en su número 100, que es también hasta donde tengo.
3) o complicármela del todo y, tomando estas colecciones como ejemplo, y otras publicaciones sobre la narrativa gráfica a cargo de Will Eisner y Scott McCloud, y partiendo tanto de las nomenclaturas que usan ellos como de los términos tradicionalmente utilizados en el análisis de la narrativa cinematográfica (o lenguaje audiovisual), adentrarme en el terreno de la composición de página, distribución de bocadillos, viñetas, calles, clausuras y demás para ver si llego a algún puerto. Y de paso averiguar por qué carajo me gustan tanto los cómics.
Vaya, ha quedado un texto larguillo y pensaba que ya no llegaba a ningún sitio, pero he conseguido establecer los temas del proyecto. (Vale, de acuerdo, se han quedado colgados unos párrafos que sólo cobrarán pleno sentido en ulteriores actualizaciones. Lo dicho: dadme tiempo).
1 comentari:
Recuerdo aquel día que me comentaste la idea de tu proyecto. Desde ese día tengo ganas de leer tu proyecto.
Ánimo Senador!
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