Mírate. Tuviste suerte. Tuviste mucha suerte. Eres lo que se dice un suertudo de mierda. Un milímetro más abajo y te revienta el globo ocular. Y es que además, no podrás quejarte, has sido atendido por Frau Karanovic. No sólo te cosió el corte y te revisó la herida, también te ha quitado los puntos. Eso sí: debes reconocer que no es tan buena cosiendo como cortando. El último punto se le resistió, ¿recuerdas? Te quejaste. Debía estar encarnado ya.
Mírate. Mira la cicatriz. Frau Karanovic hizo un buen trabajo. Hizo un muy buen trabajo. Casi no se nota. Estás como nuevo. Eso sí: desde ahora y hasta el fin de tus días, cada vez que te mires al espejo, aparte de vomitar por tu aspecto, te acordarás de Ella y le guardarás gratitud. Hasta el fin de tus días, mira lo que te digo, te acordarás de Ella.
Tu ojo está bien. Tu ojo está de puta madre. Como castigo por tu error, en cambio, hemos decidido destinarte de vuelta a Mundo Borroso, donde perteneces. Allí estarás un tiempo, para que no olvides tus orígenes. Debido a tu mediocre y defectuosa combinación de genes, eres miope; no mucho, pero suficiente para joderte. Bienvenido, pues, de vuelta a tu hogar. Bienvenido a Mundo Borroso.
Por las mañanas, brillantes y claras, todavía podrás usar tus gafas de Sol. ¿Pero qué harás cuando caiga la tarde y venga la oscuridad? No puedes llevarlas, te cansan la vista. Creo que ya lo has descubierto por ti mismo. Cuando vuelves a la habitación los sientes como irritados. No sólo los ojos: te sientes incluso más fatigado en general. Y esta última semana, más nublada, no las has llevado tanto, sólo en clase para leer la pizarra. Has habitado Mundo Borroso a tiempo casi completo.
También te has dado cuenta de que no puedes llevar gafas de Sol en interiores. Queda mal. Con el moratón o el apósito asomando por encima de la lente todavía se te estaba permitido hacerlo, pero ahora que tienes el ojo bien pareces un mafioso.
¿Qué frustración, verdad? Cuando entraste a la biblioteca pública de Darmstadt y tenías que acercar tu cabeza a menos de dos palmos de los volúmenes para tener los lomos en foco. No podías distinguir las secciones desde lejos ni formarte una idea general de la distribución. En tu carta de nacionalidad pone: nacido en Nueva Mundoborrosia; ciudadano, por tanto, de Mundo Borroso. Estas dos semanas sirven para que no olvides quién eres. Eres tus genes. Como simple recordatorio, ya sabes: a veces se olvidan las cosas.
¿Qué escribes? Ah, ya veo: estás preparando una pequeña guía de conversación para ir a la óptica. Te has dado cuenta de que ni en los diccionarios ni en los libros de texto figura la situación de un turista pidiendo unas gafas en un país germano. ¿Por qué será? Señores de Vox, señores de Larousse, señores de Langenscheidt: también a un extranjero se le pueden romper las gafas en Alemania y necesitar unas nuevas.
Pero qué desconfiado eres. Dices que ves nuestra mano detrás de esa carencia en las guías de conversación. Pero mira que eres desconfiado. Y cuán atinadas son tus suposiciones. Sí, es obra nuestra. Para que los miopes del mundo os deis cuenta de lo que cuesta abandonar Mundo Borroso. Sois mundoborrosianos, a pesar del antifaz que os permite caminar entre el resto de la humanidad. No lo olvides.
Además: lo de venir a Alemania fue idea tuya, ¿recuerdas? Aprender alemán a hostias, decías. Coger el toro por los cuernos, decías. No hay otra manera, decías. Estamos cumpliendo todos y cada uno de tus deseos. Por cierto, que tu guía de conversación ha sido un fracaso. Que te he oído empezar bien pero has seguido en inglés. Bendita koiné.
Ahora que has ido a la óptica tienes los días contados en Mundo Borroso. Aun así, todavía tienes que sobrevivir a esos días, y no te lo vamos a poner fácil.
Has descubierto, por ejemplo, lo complicado que es comunicarse sin distinguir perfectamente los labios y los rostros de la gente. Jamás te lo hubieras imaginado. No sabes por qué, pero se te escapa alguna palabra de vez en cuando. En inglés, sobre todo, necesitas leer los labios. Confías demasiado en la vista, joven jedi, y has dejado que un sentido se deteriore. No ver el mundo ni a la gente que en él habita te ha cerrado sobre ti mismo, en la atmósfera de un mundo nuevo, Mundo Jordi. La atmósfera turbia y enrarecida de Mundo Jordi afecta a tus movimientos y los convierte en torpes y precipitados. Es el destino de cualquier ciudadano de Mundo Borroso: el aislamiento y la propia destrucción. Sus condiciones extremas os encierran tanto en vosotros mismos que acabáis implosionando y colapsándoos. Y cada vez que un mundoborrosiano no responde a un saludo, en ese momento traspasa el punto de no retorno y acelera el encogimiento de su esfera particular hasta alcanzar la nada absoluta, la no-presencia.
Ahora caminas por Dieburg, perdido. Sólo son las diez de la noche, pero las calles están tan desiertas como a las tres de la madrugada. El autobús no te ha dejado donde querías. Te ha dejado donde queríamos. Te extraña la escasez de farolas. Adivina. Exacto, nosotros. Sólo por poner las cosas un poco más interesantes, ya sabes. Encuentras el letrero de una calle. Te pones las gafas de Sol para leerlo. Sacas el mapa. Te acercas a una farola para poder verlo. Aquí, la luz de una farola se extingue antes de encontrarse con la zona iluminada por la siguiente. Buscas la calle. La encuentras. Caminas hasta el cruce más próximo y te pones de nuevo las gafas de Sol para leer el nombre. Ahora sabes en qué cruce estás, pero no qué dirección tomar. Necesitas un tercer punto de referencia y sigues caminando. La calle que has tomado no tiene salida y muere en la pared del cementerio. Perfecto. Ése es tu tercer punto. Vuelves a la farola y lo buscas en el mapa. El campus no para muy lejos, y ahí se halla precisamente la diversión. Estabas cerca, pero caminabas perdido porque habitas en Mundo Borroso.
Tu última noche no va a ser mejor. Has decidido ir a la Campus Party de inicio de curso en Darmstadt. ¡Bien! Sal de casa, sal, y pónnoslo fácil.
Estos alemanes, piensas, se lo montan bien. Consigues divertirte (has tenido las mejores maestras) en la discoteca improvisada que han montado en un pasillo de la universidad. Aprovechas el vale de una cerveza que viene en la hoja de matrícula. Sí, estos alemanes se lo montan pero que muy bien.
Ahora estás en buena compañía, pero en cuanto te despidas de todos quedarás a nuestra merced. Pensabas volver en el último autobús, el de las 2:22 que sale desde Luisenplatz. Pues bien, ese autobús no existe los jueves, por mucho que diga la guía. La guía, por cierto, es obra nuestra. Das al autobús veinte minutos de margen. Puedes darle todo el tiempo que quieras: no va a venir. La única posibilidad para volver a la residencia antes del amanecer es subir en el primer tren que sale hacia Dieburg. A las 4:52 de la mañana.
Puntual, arranca. Y sí, te aleja de Mundo Borroso. Y sí, te conduce a la mañana siguiente. Pero no, no te escapas del radio de nuestro alcance. Lo peor, ya lo verás, está por venir.
PD: Me gustaría ser irradiado por rayos cósmicos para ser elástico como Mr. Fantástico y abrazaros a todos a la vez, muy fuerte, como hacía Elvira en los Tiny Toons. A lo peor el del centro queda un poco espachurrado, así que procuraré no apretar demasiado.
PPD: eeeeh... esto... señores de Mundo Borroso. Lo que acabo de decir NO lo deseo en verdad. Es una forma de hablar, ¿de acuerdo? Así que NADA de viajes espaciales por casualidad ni rayos cósmicos ni brazos que se alargan. ¿Entendido? Bueno, un abrazo a cada uno, en todo caso.
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