Podría decir que lo encontré entre las páginas de un libro mientras ordenaba la librería de mi hermano mayor, después de su trágica muerte en un accidente de avión en navidades. Podría decir que estaba en casa de mi abuela, traspapelado en un cajón. Que lo he descubierto cubierto de tierra, entre los restos de la demolición de un antiguo colegio femenino de mi pueblo. Incluso, que le hacía compañía a unas bolsas de basura al lado del contenedor.
Pero no. Ni tengo hermano mayor, ni conozco a ningún fallecido por accidente aéreo, ni creo tener ya nada en los cajones de mi abuela. Pero sí encontré una vez un billete antiguo de algún país europeo entre las ruinas de la demolición de un colegio femenino, y mi madre trajo a casa un día una colección de vinilos rescatados de un contenedor.
Lo cierto es que en algún momento del verano pasado, puede que en agosto, al principio de un bloqueo creativo de meses, me dio por revisar un poco el armario para ver si todavía podía tirar algo. De vez en cuando me da por ahí. Aunque parezca mentira, aunque otros puedan tomar por basura algunas de mis pertenencias, mi condición de coleccionista de cómics me ha llevado a desarrollar la capacidad de distribución espacial hasta tal extremo, que consigo el aprovechamiento óptimo de las cuatro dimensiones de nuestro continuo -doy fe, además, de que esta habilidad no es heredada. Según se multiplican los volúmenes de papel grapado o encolado, me veo obligado a abrir grietas en el plano de la realidad e insertar allí, en las nuevas oquedades resultantes, las cada vez más escasas y meditadas adquisiciones.
En esas estaba yo cuando me encontré con esto:
El envoltorio de un producto de Matutano de hace doce años, seguramente expulsado -vomitado, diría yo- a causa de las eternas disputas de coordenadas. Ya ves, por un lado crees que has escontrado sitio para un libro más y por otro se te reaparece un paquete de Matutano de cuando el reestreno de la trilogía de Star Wars. Mi primer impulso fue escanearlo y tirarlo, pero por alguna razón lo he tenido a la vista todos estos meses, cubriéndose de polvo y recibiendo un baño intermitente de luz solar. Casi de inmediato descarté venderlo por Internet debido a los problemas que conlleva (seguro que acababa perdiendo dinero) y porque me sentiría culpable si me lo comprara un pobre diablo. Un amigo me informó hace poco -hay que ver de lo que se entera uno- de que Matutano ya no existía y he decidido que el envoltorio duerma el sueño de los justos aplanándose entre las páginas de un libro.
A buen seguro, este paquete no fue el único que me comí entonces. Guardé, por alguna razón, lo que estaba destinado a convertirse en basura segundos o minutos después de ser consumido. Ahora, el poder sostener esta lámina de plástico en mis manos me lleva a preguntarme cuánto tiempo debe pasar hasta que un desperdicio se transforma en un objeto rebosante de información sobre la sociedad que lo ha producido. O cuánto hasta que pueda volver al mercado revestido de un aura vintage. O cuánto más hasta que se convierta, incluso, en una obra de arte.
Millones de cuestiones similares yacen bajo otros millones más en millones de vertederos en todo el mundo, esperando no ser aireadas jamás por un arqueólogo. No; el destino de los excrementos es ser excavados por la Gran Lombrith. Su mensaje desvela que la información desaparecerá bajo toneladas de residuos de la sociedad de consumo, y la inteligencia que todavía sobreviva mantendrá alejado a cualquiera de los focos de esta civilización.
1 comentari:
Senc dir-te que eixe a qui anomenes amic, ejem ejem, no és més que un mal informat. Aquest mig dia volia comentar-te que he vist un anunci de matutano a la tele. Per tant no ha desaparegut la marca...mea culpa, ho senc... Veure les firgonetes de matutano reconvertides en furgonetes de Lays m'havia dut a pensar la fi d'un company d'infanteça. Així que a dia de hui Matutano segueix obstruint les artéries dels nostres conciutadans.
Molt bona la reflexió sobre què és basura, art o un trasto que pots acabar tirant la pròxima vegada que se't creue pel camí.
salut!
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