En enero leí un ensayo muy interesante:
Divertim-nos fins a morir. El discurs públic a l'època del "show-business", escrito por Neil Postman y publicado en 1985. El título me llamó la atención entre toda la bibliografía que aparece en el
Pop Control de Miguel Ibáñez, de cuya existencia me enteré a su vez, si no recuerdo mal, a través de una de las columnas de
Vida Mostrenca de Jordi Costa. El libro de Postman también es citado por David Marc en su
Comic Visions que acabé el año pasado. Vamos, que me estaba llamando a gritos.
A pesar de los 23 años transcurridos, a grandes rasgos el libro sigue estando de actualidad. La tesis principal sostiene que el discurso público / político se ha empobrecido desde que hace más de siglo y medio se empezó a aplicar la electricidad a los medios de comunicación. El telégrafo, el teléfono, la prensa, la radio y la televisión son victorias de la tecnología sobre nuestra menguante capacidad de atención.
Postman cita una frase de
Thoreau que me abrió los ojos:
«Tenemos mucha prisa por construir un telégrafo magnético entre Maine y Texas, pero puede que Maine y Texas no tengan nada importante que comunicarse». La información, hasta la década de 1840, viajaba tan rápido como pudiera desplazarse una persona que fuera en tren: a 56 kilómetros por hora. El telégrafo rompió esa limitación, lo que es sin lugar a dudas positivo. No lo es tanto que la misma existencia del telégrafo creara la necesidad de usarlo para comunicar cualquier cosa. Dio así comienzo la era de la invasión de noticias que no nos afectan, que no podemos solucionar, pero que nos interesan muchísimo, que necesitamos a todas horas y que se nos olvidan a los dos minutos. Las noticias chorra que rezuman los telediarios: una persecución no sé en qué país, un atraco no sé en qué ciudad, un muerto por aquí, otro coche bomba por allá... Un sinfín de piezas de 50 segundos colocadas una detrás de otra, donde la siguiente anula a la anterior. Lo de «ver/oír las noticias para estar informado» es de chiste. Intentad recordar la noticia anterior. O la de hace 90 segundos. O el telediario de ayer. ¿Alguien puede hacerlo?
Pues eso, que estaba yo absorbido por la lectura cuando relacioné la idea de la progresiva simplificación que del mensaje hacen los medios de comunicación con los cambios brutales que la maquetación y la infografía están introduciendo en los periódicos y este tema, a su vez, con la composición de página de los comic books de superhéroes.
Ya en la década pasada vi cómo el Periódico de Catalunya utilizaba las páginas 2 y 3 del diario para componer una noticia que consideraba importante a lo largo de toda el área horizontal que había desplegado con la maquetación, con la fotografía por lo general ocupando ambas páginas.
Al menos en los cómics, la doble página nació en
Captain America Comics #6, de septiembre de 1941:
Los responsables eran Simon y Kirby, por supuesto. Por entonces la llamaban
double-spread, o doble desparrame.
A Kirby le pirraban las viñetas enormes. Cada vez más según avanzaban los 60 pero sobre todo en los 70, cuando acostumbraba a empezar sus historias con una viñeta a toda página, o splash, y seguir en las páginas 2 y 3 con otra viñeta el doble de grande.
Este ejemplo es de
The Eternals #2, de agosto de 1976; lo mismo podía encontrarse en
The Demon,
The New Gods,
Captain America o
The Forever People, entre otras colecciones.
No sucede todos los días, pero en las páginas 2 y 3 de
El País de hoy...
Ahí tenéis:
se está acostumbrando al lector de periódicos a que, como sucede con el lector de superhéroes desde hace décadas,
alucine con una doble splash nada más pasar la portada. En la edición de hoy aparecen otras noticias en las que la fotografía y las columnas del artículo ocupan ambas páginas; si no toda la superficie, sí lo mínimo para unirlas. Pero bueno, lo de las noticias a doble página no es tan común como el reportaje que abre cada día Vida&Artes. ¡¡A veces incluso ocupa el pliegue central!! ¡Como el póster en páginas centrales de toda la vida!
No sólo es eso. Las portadas de
Público, el abandono de las fotografías en blanco y negro, la proliferación de gráficos y de secciones basadas sobre todo en imágenes...
Imaginad que llegara desde 1890 un viajero temporal y viera lo que leemos. ¿Vería un periódico? ¿O vería una revistucha de colorines con poco texto?
En la era audiovisual, y ávidos por cazar esa especie en peligro de extinción llamada lector, los periódicos han perdido el miedo a integrar texto e imagen, que es lo que vienen haciendo los tebeos desde hace más de un siglo, y para ello están imitando su narrativa. No es nada nuevo: el ejército de EEUU ya elaboraba cómics didácticos para los soldados en la segunda guerra mundial. La estrategia actual es un poco más sutil, pero no me extrañaría nada encontrar, antes de cruzar el ecuador de este siglo (suponiendo que lleguemos), y con un ritmo decreciente y constante de nuestra capacidad de atención, noticias narradas con el lenguaje del cómic. Cómic malísimo, por supuesto, como el de las tiras de prensa de los periódicos locales.