Ha sido una semana muy rara. Hoy es jueves, pero no me refiero a esta semana en curso, sino a los últimos siete u ocho días. Ummm... justo justo desde el descanso que le he dado a 24... ¿habrá alguna relación? Hoy he reanudado la primera temporada para acabarla durante el fin de semana, y ya creo que está todo volviendo a su cauce.
El martes de la semana pasada, por la mañana, acompañé a Irene a Dieburg. Ella iba a clase, la pobre, y yo a indagar sobre mis notas del primer semestre. El primer semestre, como todo el mundo sabe, acaba a principios de febrero. Han pasado cuatro meses. Yo entro de uvas a peras en la web de la universidad, pero siempre que lo he hecho me ha recibido en blanco la tabla de Grades. Era cuestión de personarse, pues esta gente tan moderna y tecnológica que cuelga diariamente en el Blackboard (el sitio en cuestión, que no agrada a ningún alumno) las novedades sobre las asignaturas, podía sentir añoranza por el tradicional tablón de corcho y conservar ese resquicio de vida analógica en su rutina universitaria.
El Blackboard, aclaro, es la forma que tienen los alumnos de enterarse de si el profesor vendrá o no ese día a la escuela, o si la clase será en el aula de siempre o en otra. Me pasó no pocas veces (cuando todavía iba a clase y tenía fe en que en algo podía serme de provecho académico los estudios en Dieburg) que el aula asignada para la asignatura se encontraba vacía, y cruzarme con compañeros que se dirigían a otra diferente. Me preguntaba cómo (cómo, recojones, cómo) el resto de alumnos podía encontrarse ya tranquilamente en el aula nueva sin que hubiera un cartel en la anterior que los reenviara. En mi interior albergaba la duda sobre cómo se comunicaba esta gente. En Gandia, llamadme primitivo, si uno llega a un aula y la encuentra vacía, verá un cartelico de papel colgado con celo de la puerta (o, variante comunicacional: manuscrito con tiza en la pizarra), escrito por el profesor, por bedelería o por algún compañero: “Que hoy la clase no es aquí, sino allá” o “Fulanito está enfermo y hoy no habrá clase”. “¡Cagüen...! ¿Para esto he salido hoy de casa?”. Pues esta gente lo que hace cada mañana después de mear es entrar en el Blackboard y enterarse de todo esto. Después ya valora si tiene tiempo para prepararse unas tostadas o se va a ir con medio vaso de leche en el estómago. Tal vez ni lo uno ni lo otro, que he visto desayunar a gente en clase.
El martes vi notas de Media Production colgadas en un tablón, pero mi número de matrícula no estaba en ninguna lista. Ni siquiera estaban todas las notas, pues faltaban las de MP-4 (el cuarto curso de MP) y las de las optativas. Yo me examiné de una de MP-4 y de dos optativas. El proyecto de una de éstas sé que se finalizó hace dos meses, pero no he recibido ninguna noticia desde hace tres. El proyecto de la otra se entrega mañana.
La secretaría de mi carrera ya llevaba minutos cerrada (desde las 12), pero iba a entrar por toda la cara a pesar de ello. Y no lo hice porque dentro del despacho me pareció oír la voz del “coordinador”, a quién no me apetecía ver. El “coordinador” es un personaje imponente que vive en München (que para un poquillo lejos) y que sólo se acerca por el centro los martes y las mañanas de los miércoles. Daba igual que yo no quisiera verlo, después me lo encontré en el pasillo.
El miércoles volví a Dieburg, más temprano, esta vez con Carlos, también de Comunicación, y preguntamos en secretaría por las notas. Que estarían esta semana. Las de febrero. A eso se le llama eficiencia. Carlos quería hablar con el “coordinador” sobre una asignatura que, pobre, tuvo con él. Se quedó con las ganas, pues se encontraba enfermo. La secretaria añadió, por si dudábamos de su sinceridad, que estaba colgado en el Blackboard. En efecto: “Herr B. ist heute erkrankt – Unterrichtsausfall… Liebe Studierende, gerade habe ich die Mitteilung von Herrn B. bekommen, daß er erkrankt ist. Er hat mich gebeten, Euch mitzuteilen, daß somit folgende Veranstaltungen ausfallen müssen: […]”. El martes caminaba, que yo lo vi.
¿Y para qué cuento todo esto? Pues para obligarme a escribir cualquier cosa y no volverme tonto, para aprovechar que tengo un blog que es leído por unos pocos (cuando hay algo que leer), y para incrementar las ganas de hacer cosas... haciendo cosas.
2 comentaris:
Te veo lento, lento. Todas las mañanas para desayunar hay que enchufar el ordenador y teclearlo un poco, para coger la fuerza que te servira para todo el dia, Asi te enteras de las cosas y y te organizas mejor. Venga que ya queda poco. R.A.F.I.
=)
:P
Hi ha que fixar-se on et token les classes!!! anda q!
les notes al final bé?
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