Sin darme cuenta, el pasado mes de septiembre se cumplieron diez años desde que compré en el Drugstore del Hospital el primer número (el 151) de Imágenes de Actualidad (o, sencillamente, Imágenes) que entró en casa. Dedicaba la portada al estreno de la película Íntimo y personal, con una fotografía promocional de Michelle Pfeiffer y Robert Redford y, en fotos más pequeñas, también a Independence Day y Striptease (ver un poco de carne de la Moore, el verdadero motivo de compra; a día de hoy, sigo sin haberla visto, y no entra en mis planes el hacerlo); sin foto, se mencionaba a Twister como una de «las dos películas que arrasa[ba]n América» (imaginad cuál podía ser la otra).
De las películas destacadas en portada, la mejor es, sin duda, Independence Day (claro que Twister no estaba mal del todo, y salía Helen Hunt... mmm, no sé, no sé). No es que fuera una gran película, pero sí la mejor de las cuatro. Sé que sigo sin haber visto Striptease (y sigo sin querer hacerlo), pero en ocasiones las expectativas que uno tiene sobre determinadas películas son fiables y sirven para no perder el tiempo. Además, ¿quién se acuerda de Striptease hoy?
“¿Me estás diciendo que has visto una película mejor que The Searchers, The Man Who Shot Liberty Valance y Rio Bravo juntas? Anda vete a cagar a la vía, sabes que eso NO existe”. Pues eso, a pequeña escala: ¿Striptease mejor que Independence Day? Ni-de-co-ña. ¿Intransigente? Sí, mucho.
En el sumario aparece la mejor película de aquel mes de 1996, Trainspotting, que cuenta con una excelente primera hora y un pegote de tercer acto (todo lo relativo al robo del dinero). También figuran, para los curiosos, reportajes sobre Tiempo de matar, Phenomenon, Moll Flanders, Belleza robada y Luna sin miel, pero no era mi intención hablar de las películas estrenadas entonces en España, sino de la revista en sí.
Sigo comprando Imágenes, por supuesto, porque es la que más me satisface y divierte. Sobre todo por las secciones Hollywood Boulevard, Hollywood Babilonia (ambas a cargo de Álex Faúndez desde junio de 1998) y Cult Movie (desde mayo de 1998 por Antonio José Navarro y desde febrero de 2001 por Tomás Fernández Valentí ); también, claro, por los reportajes de las películas (con especial debilidad por los firmados por Josep Parera) y las críticas. Se podría decir que a Imágenes debo gran parte de mi formación como espectador, aun no estando de acuerdo en todo (y gracias a ello).
El mes siguiente, octubre, empezamos a comprar también Cinemanía. Su número 25, con Almodóvar en portada. Era una revista joven, detrás de la cual se hallaba parte del equipo de redacción de Lo Que Yo Te Diga, el programa de cine de la SER, y otras firmas de Prisa, propietaria de Progresa, los editores. Contaba pues, al menos para mí y en aquel entonces, con muy buenas referencias. Podía leer artículos y críticas de Ángel Fernández Santos, que era lo más de lo más.
Comprábamos Cinemanía, además, para compensar: si en Imágenes se preocupaban más por el cine americano, la atención que Cinemanía prestaba al cine español era más que considerable. Dedicaba de vez en cuando portadas a figuras del cine español, cosa que Imágenes nunca ha hecho y nunca hará.
Diez años después, como digo, seguimos comprando, leyendo y coleccionando la Imágenes cada mes, mientras que no hacemos lo mismo con Cinemanía. A mi padre, algún mes, le da por comprarla, pero a mí ya no me interesa. ¿Qué ocurrió?
Lo que yo considero degeneración de la revista (que vale, será mi opinión, será una opinión, pero a la vista está de cualquiera que se detenga a comparar ejemplares de diferentes etapas: NO es la misma revista) empezó a producirse durante la etapa de su primer director, Javier Angulo.
Tal vez todo se inició con las promociones. De repente, Cinemanía no era sólo Cinemanía: eran cuadernos sobre los Oscar, eran CDs de música de cine, eran librillos con las novedades de DVDs, eran objetos estúpidos asociados con el estreno de una película, eran portadas múltiples... Algo está fallando cuando se necesita atraer la atención de esa manera en el quiosco. De repente, el regalo del mes es más importante que la revista y ésta se vacía de contenidos. Puede atribuirse al cambio de siglo, a la necesidad de seguir siendo modernos, ¡yo qué sé! Pero algo pasó. Y se notó.
En mayo de 2002, con el estreno de El ataque de los clones, cambia el diseño de la cabecera (otra vez, tras el producido en enero de 2001), y el cambio empieza a percibirse también en los contenidos. Con Cinemanía, llegó un momento en qué por más páginas que pasara, no dejaba de preguntarme: ¿pero cuándo empieza la revista? Imágenes empieza entre la página 10 y la 14 (con la sección de Álex Faúndez), depende de meses, mientras que podía pasar el primer tercio de la Cinemanía sin encontrar nada interesante. Cada vez me sentía más estafado, porque se estaba convirtiendo en una revista de usar y tirar, porque la publicidad no dejaba de multiplicarse, porque la calidad del papel disminuyó, porque cada vez más aquello parecía más un catálogo de las películas del mes que una revista de cine.
A lo que sucedió, yo lo llamo la “fotogramización” de Cinemanía. Llegó un punto, ya era el colmo, en el que la revista empezó a tener parecidos muy sospechosos con Fotogramas. El Caro Diario, la Fórmula Magistral y el Túnel del Tiempo de Cinemanía, eran calcos del Diario de la Redacción (antes de Belvedere), de Suma y Sigue y de Tal Como Eran, secciones que ya aparecían en Fotogramas. Cinemanía, en definitiva, había perdido su personalidad y vagaba sin rumbo.
Aquí cabría decir que no soy precisamente un fan de la Fotogramas (no habré comprado más que cinco números en estos años) porque tiene muchísima publicidad, el papel es malo y sus reportajes de estreno, acostumbrado a los de Imágenes, tienen muy poco cuerpo. Sí tengo en consideración la sección de críticas, muy bien colocada al inicio de la revista, y por eso la hojeo de vez en cuando en la biblioteca. Pero no me gasto el dinero en ella. Tampoco tengo nada en contra de las secciones que fueron copiadas por Cinemanía porque se trata de secciones propias de Fotogramas, y como tal suyas son y bien están (y otras propias de Fotogramas como Preguntas sin Respuesta, Parecidos Razonables o Zona Caliente). En honor a la verdad también he de añadir, respecto de las secciones en conflicto, al menos en los números de julio y agosto de este año (comprados, ya digo, en un momento de debilidad de mi padre), que ya no aparecen en la revista, y que Cinemanía se halla bajo el mando de una nueva directora. Sigue teniendo, sin embargo, las mismas características que me llevaron a abandonar su compra.
No puedo evitar finalizar sin referirme a los sutiles cambios que ha experimentado Imágenes en todos estos años: ha mejorado la calidad de la maquetación, sin cambiar su concepción anterior (Enrique Aragonés sigue encargándose del diseño gráfico); el número de la revista aparece también en portada además de en el lomo; el lomo destaca, como la Fotogramas, algunos de los temas tratados en el interior; han aparecido secciones nuevas de larga andadura; y la cabecera fue modificada en abril de 1999, acortando ligeramente la altura de los tipos y aumentando, en consecuencia, su grosor (vamos, lo contrario de lo que le ha sucedido a muchos logos, que quieren parecer más delgados y sanos). Y bueno, dos cosas:
-si el formato funciona, ¿para qué cambiarlo?,
-y los productos que se venden solos no necesitan promoción.
Me ha faltado hablar de la Dirigido, pero es que la Dirigido es otro mundo y tal vez otro día me refiera a ella.